Días grises se ciernen sobre nuestras cabezas, esa parte de la anatomía humana que much@s utilizan para hacerse recogidos o ponerse sombreros.
Como siempre que puedo me encuentro sentado sin camiseta con un cigarro y tomando una cerveza, masticando lentamente mi segunda cuarentena del año a menos de un kilómetro, según mis cálculos de persona que no se le da bien calcular, se encuentra mi mujer, ella está sola yo con mi madre y mis hijos, encerrados en el piso que me vio crecer cuando llegué del pueblo años atrás. En mi nuevo estatus de invitado he vuelto a ser un ente que ve la televisión, algo que no acostumbro a realizar muy a menudo si no es para ver pelis o series y no me siento cómodo, no me siento bien con lo que veo, no entiendo nada si alguna vez entendí algo.
Escucho okupas, mierda, indas, mierda, okupas, fachas, mierda, influencers, mierdas, salvame, mierdas y así un no parar de estiércol que podría usarse perfectamente de pcr por su nauseabundo hedor.
No critico a mi madre ni a l@s millones de damnificados goebbelizados de la transición, no critico a nadie que su día a dia es la soledad de los momentos que no quieren olvidar y las voces, esas voces lobotomizadoras les hacen sentir menos el abandono de su vida pasada.

Pero...

Miro con intensa crítica lo que se avecina, lo que viene, lo que vendrá y arrasará con todo y esa misma mirada me hace sentir el miedo que solo alguien que piensa más allá puede sentir.
Espero equivocarme pero no quiero ver en lo que se está convirtiendo este mundo, esta mierda de mundo que tenemos y que echaremos de menos, nada será igual... lo siento y lo que somos no lo volveremos a ser.

Tengo miedo hoy por mis hijos, por el futuro gris que asoma sus garras, ese futuro con las balanzas más separadas y en el que la distancia entre humano y animal llegará a tocarse, a acariciarse como la muerte roza la piel blanquecina de su presa mientras pierde por última vez el control de los esfínteres de su cuerpo.

Y veo gente que no ha visto absolutamente nada opinando de lo que han escuchado en el sitio que dicen lo que quiere escuchar, aplaudir, negar, patalear porque su ego es superior a la fosa donde nos precipitamos... y sonrio, me río de ellos como aquel que esta encañonado en la sien esperando el último sonido que escuchará en vida, viendo a los siguientes que aún no se han dado cuenta.

No sé, no quiero saber...