Al fin o a la postre todos acabamos enamorados de Irene Ríos. En ese afán, tan humano, que nos caracteriza, por el que despreciamos a quien nos quiere y subimos en un pedestal a quien muestra indiferencia hacia nosotros.

Pero era que- como en la novela de Adelaida García Morales- ante mis narices, tal mito- recuérdese el amor platónico del protagonista de la novela hacia la artista de cine Irene Ríos y el poco entusiasmo que despertaba en él su maestra de escuela y señora hacendosa, sumisa y llena de amor hacia su persona- se materializó.
Fue el primer día de clase de aquel curso lejano del ochenta y seis. No éramos muchos en clase y les pedí que se presentaran.
Enseguida llamó mi atención aquella muchacha de la tercera fila, de aquel curso plagado de elementos masculinos. Como si no hicieran falta ingenieros industriales chicas- pensé. Se sentía algo cohibida ante tanto elemento varonil. Traté de limar asperezas e informalmente me las ingenié para saber su opinión sobre la circunstancia.
Hacía poco tiempo que habían estrenado "El sur"- hito cinematográfico en nuestro país. Por lo que andaba sensibilizado con la temática y asunto.
También hay que decir que la muchacha, al primer golpe de vista me gustó. Se había preocupado por arreglarse y éso siempre se agradece en aquel sacrosanto lugar de la ingeniería patria y patriarcal .
El caso es que pregunté su nombre.
- Irene Ríos- me contestó.

Ni que decir tiene que me vi de zahorí meditabundo y muerto de amor, pero ahora no por una artista de cine- como Omero Antonutte en tal film-, sino por una candidata, quizá menos glamourosa, pero que se llamaba también así.