Dentro de la serie de relatos nocturnal-sabatinos del ínclito Pedraza, destacaba éste del título.
El protagonista, aunque en un momento postrero lo lamentara, lo primero que hizo al tener noticia del suceso, fue no tomárselo como tal y coger una borrachera sensacional al unísono con la nueva.
Éste- antítesis de Manrique- andaba un tanto escamado por un "quítame allá esas pajas" con su progenitor. Razón por la que la celebró. No tardó, sin embargo, en descubrir, que se vive mejor con enemigos que con sin nadie con quien discutir.
Nos narraba Pedraza, también, que, contra pronóstico, el sustento de su vida había sido aquella atípica relación. Una relación plena de disputas, rencillas y odios.
A la muerte de la madre, el progenitor había noviado y vuelto al matrimonio con una muchacha bastante más joven que él, y que fue motivo también de discordia entre ambos, por si no fuera suficiente con los elementos previos a aquella relación.
Hubo un momento en que tierra por medio precisaba tal contubernio familiar.
Nuestro protagonista pidió la legítima de su madre y una buena mañana dejó expedita la casa familiar. Aun así siguieron los problemas. Tras la muerte de Don Casto- tal era su nombre- nuestro amigo descubrió- después de lo de las copas- que había sido el amor lo que en el fondo había presidido aquella relación. Fue llamado a notaría, donde se le hizo noticia del testamento. Un testamento que lo hacía único heredero previa detracción de los derechos de la viuda.
De no haber ido medio borracho, hasta el mismo notario se hubiera emocionado con aquellas lagrimillas que surcaban las mejillas del beodo filial.
Hay que decir, por último, que Pedraza tiene mejores relatos, e incluso algunos menos acordes con la realidad. |