No hay nada afuera que pueda de verdad ser escrito. Todo se construye adentro. Afuera sirve de modelo para la construcción de símbolos que intentan representar la esencia. Es más fina que el papel la distancia entre escribir y no escribir. Todo vuelve a depender de la descarnada intención, que dispare hasta las estrellas, o, mejor que no lo haga. Todo va a depender de olvidar la falsa distancia marcada con otras tormentas. Ahí en ese punto, puede ser el inicio del camino que lleva a sentir todas las brisas, todos los fríos, todas las risas, las lágrimas, los encuentros, los viajes, los abismos con luz de luna, los valles de amanecer, las ventanas cálidas de luz. Solo el inicio, reservado para quienes pueden romper el truco disfrazado de magia. entonces desplegadas las manos, escribir será lo que cuentan esos viajeros. Mientas eso, otra necia vuelta del ego, buscando a ciegas en lugar equivocado.