Las huellas de la playa se borran poco a poco, ola tras ola, lentamente hasta quedar solo líneas apenas perceptibles y luego desaparecen para siempre. Lo mismo pasa con las heridas, que no resisten la implacable marea del tiempo, o por lo menos eso dicen. Yo no lo siento así.
Ella nació de un capullo de luz, con el abrazo de un cielo estrellado y el beso de la tierra, de entre el bosque se levanto desnuda, perfecta, inocente. O por lo menos eso creo.
No viene al caso decir cuando la conocí, desde siempre, desde lejos podía sentir su risa discreta en mi oído, en donde estuviera, sentía su mano con la mía, engañando mis sentidos, burlando mi razón. Yo la amaba en todo lugar, gastando mis suelas, rompiendo el césped y mis manos, quedando exhausto e intoxicado de felicidad y gozo.
Paso el tiempo y me fui encerrando en una jaula negra, de tela y corbata, entre concreto y metal, en oficinas cuadriculadas, numeradas y controladas. Ella me dejo, o yo la deje a ella, no se, es extraño todo esto entras en un estado de semiinconsciencia obsesiva, compulsiva y deprimente. La última vez que me encontraba completamente despierto, me encontré a mi mismo en el balcón de mi costoso departamento nuevo y mire hacia abajo. Estaba observando manadas de hombres que caminaban todos juntos, en la misma dirección, sin detenerse a mirar la miseria que los rodeaba, el hedor que emanaban, y había una voz que salía de sus bolsillos, y con tonos metálicos preguntaba:
-¿Que quieren?
A lo que ellos, sin mover los labios respondían
-dinero, dinero, dinero
-¿Que buscan?-. Volvía a preguntar el amado acosador
-éxito, éxito, éxito- respondían.
Comencé a llorar, me invadió un miedo irracional yo no podía ser distinto, no podía, solo obtendría rechazo, vergüenza, soledad. Mientras yo deliraba solo abajo se escuchaba
-dinero, éxito, progreso, tecnología, dinero.
Esto no podía seguir así, ellos se darían cuenta, ellos lo notaran y me dejaran afuera de sus proyectos, de su vida, de su futuro. En ese momento algo se materializo algo tras de mi, como un asesino arrepentido volví la cara, era un hombre con un rostro tallado en mármol, con una sonrisa que no te traspasaba alegría, si no miedo y frío, sus bolsillos rebosaban de dinero y tenia un traje negro, impecable, me tendió la mano, dude un momento, y volví a sentir aquella risa anhelada tanto tiempo, pero los ahora cantos marciales de los bolsillos de abajo la borraron, su sonido, incluso su mano que roza la mía, tuve mas miedo, y tome aquella mano gélida.
Ahora no hay vuelta atrás, te extraño cada día mas, libertad
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