D I V O R C I O
Con perdón (gulp) de las bellas damas que lean esto
Yo, lo confieso, no soy psicólogo, ni sociólogo, sino como dice el lugar común: sólo un ciudadano de a pie. He visto con sorpresa tanto en el juzgado por lo civil, la cantidad enorme de divorcios y en el arzobispado católico, tanta separación del lazo matrimonial eclesiástico, claro con un “chorro de lana” (la iglesia no da paso sin huarache).
Me pregunto “¿qué pasa con el amor, envejecer juntos hasta que la muerte los separe y otras cosas por el estilo?”. Soy observador y con miedo diré mi opinión (todos tenemos derecho a decir pendejadas).
Primero, en mi propia casa, mis padres se la pasaban peleando, me da la impresión de que no llegaron a la separación por el vulgar dinero (el divorcio sale caro por lo que viene después) o a lo mejor, las discusiones eran por deporte para abatir el aburrimiento.
Segundo, la liberación femenina. Me explicaré: estoy de acuerdo de la igualdad de sexos, incluso creo que la mujer es superior al hombre. Todo debe compartirse, ya que la mujer trabaja, juntar los sueldos para vivir mejor. Ahí está el problema, la fémina con justa razón dice: “lo tuyo es mío y lo mío es mío”. “No tengo por qué mantener a un güevón”.
En los trabajos de la casa deben cooperar los dos. Es el problema, los caballeros odian la escoba y el trapeador, cuando no les queda más remedio que hacerlo piensan de inmediato en el divorcio.
Como se darán cuenta el motivo de tanto divorcio es sencillo. ¡No creen ustedes?
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