La soledad...
El peso de un mundo que cae sobre mis hombros, y la sombra de todos, que se cierne sobre mis ojos, nublados de las lágrimas que de ellos han brotado ya...
"Mi garganta está seca, mis manos tiemblan, y mis ojos se queman..."
Y corro, con rodillas que no soportan el peso de un hombre muerto en vida, y piernas que se tambalean a cada paso... Mi cuerpo cae al suelo, mi rostro besa la tierra, y las lágrimas del cielo caen sobre mi debilidad... el viento entre las hojas pareciera reírse de mi desgracia, una carcajada más del destino...
¿Puede ser tal la desgracia de un sólo hombre? ¿Puede el destino abusar tanto de un sólo hombre? Mis puños, mis manos, inútiles, impotentes... golpeo el suelo, los árboles, las paredes, lo que tengo al alcance...
Grito, con voz muda, y aún quienes están frente a mí no me escuchan... el mundo sigue de largo, sin escucharme, sin decir nada, sin verme siquiera... y mis gritos hacen eco en la nada que es la multitud... Esa multitud nula, ausente, que sirve sólo para ocupar el espacio, ¡MALDITOS! ¡Mi muerte sólo podría importarles menos que mi existencia...! ¡AYÚDEME, ALGUIEN!... Pero nadie escucha, siguen con sus vidas, con sus rutinas y sus banales ocupaciones...
Y mi grito cae, con silente estrépito, en las oscuras grutas de la nada... Y me arrodillo, el rostro al cielo, esperando que mi reclamo silencioso llegue a los oídos de alguien allá arriba... algún ángel, que quiera llevarme por fin, poniendo fin a esta existencia inerte...
Y el llanto del cielo cesa, aún cuando las lágrimas corren por mis mejillas... Una vez más, grito, no a la multitud, sino al cielo, a esas nubes grises que escapan del firmamento... a esos seres que residen sobre mí, que ven mi existencia, mi sufrimiento... mi grito les reclama ayuda, si saben mi sufrimiento, ¿por qué sigo sufriendo?
Y cuando las blancas plumas de los ángeles caen del cielo, con ese tierno aroma a flores impregnándolas, sé que estás ahí, arriba... y que agitas tus grandes alas, para que tu suave brisa me recuerde que vivo aún...
Aún si tú ya no vives...
Bowen Alanos |