Cuento 
 
 
 
Romance, lujuria y pasión en cuarentena 
 
 
 
En un pequeño departamento del segundo piso en un edificio de tres con  tres departamentos por piso,  vivo solo, vegetando los años que como yapa me ha regalado la vida, con la compañía inseparable de mi teclado cómplice en mis  recuerdos de vivencias pasadas y romances pasajeros  no muy largos, pero que igual dejaron huellas indelebles,  huellas que ayudan a unir letras en palabras, en versos y en relatos de vida. 
 
En uno de los departamentos del primer piso vive una familia chileno-gringa, el marido moreno, la esposa rubia y dos hijas estudiantes, la menor quince o dieciséis, baja , gordita y de pelo negro, la mayor universitaria, entre dieciocho y veinte, alta, rubia y coqueta. 
 
En el tercero arrienda uno de los departamentos, desde hace más o menos un año,  una familia de inmigrantes haitianos  también con dos hijos  jóvenes, ambos estudiantes, deportistas, buenos para la música y el baile. 
 
Con los vecinos  del segundo piso estamos viviendo una situación que podríamos llamar  embarazosa,  ya que muy a pesar nuestro tenemos que  soportarla  en estas noches de invierno sureño, peor  si a ello sumamos los inconvenientes que produce la cuarentena originada por la pandemia. 
 
Les cuento: en el edificio hay una pareja de enamorados que además de llamarse desde un piso al otro son bastantes  más atrevidos de lo que era yo en mis tiempos mozos,  puesto que sin pudor alguno desde una ventana a la otra se ponen de acuerdo para juntarse  y  estar cerca el uno de la otra o también viceversa como diría mi amigo Mario. 
 
No tienen ningún empacho de juntarse por las noches, aunque esté lloviendo y el frio de agosto cale hasta los huesos. El problema es que el lugar elegido para verse es el descanso de la escalera que está  justo frente a la puerta de mi departamento. Exactamente, ahí  mismo  viven ese tiempo que les quitó la cuarentena impuesta por las autoridades para combatir el flagelo del virus. 
 
Después de vivir  fogosamente exteriorizando toda la pasión y lujuria posible reprimida y guardada por causa de la pandemia, ya exhaustos y satisfechos sin haberles importado que los oyéramos los vecinos del segundo piso, muy campantes y orondos  ellos, regresan a sus  respectivas viviendas, el negro  aún eufórico sube mientras la rubia complacida y apurada  baja. 
  
El problema es para los que vivimos  en los departamentos del  segundo piso, sobre todo para mí que prácticamente estoy del otro lado de la puerta en la cual se apoya la inquieta pareja, que deja en el piso rastros patentes de su  fogosidad, además el aroma que se esparce por el pasillo, entra  por  debajo de la puerta  e  impregna mi aire con los olores propios  de sus cuerpos exudados y por un perfume fuerte e  inconfundible que incide fuertemente en mi olfato. 
 
Comentando con los vecinos del mismo piso que también son  oyentes involuntarios del concierto amoroso y pasional al que estamos expuestos, pensamos que lo mejor que podemos hacer es conversar sobre esta situación con  los vecinos del tercero y del primero para vean la forma de poner fin a este romance. 
    
Con un poco de temor y vergüenza le trasmitimos nuestra inquietud primero al padre de los haitianos del tercero y después a la madre de las chileno-gringas del primero. Las dos familias que por lógica ya sabían de todo esto, amablemente con mucha atención nos escucharon y estuvieron llanos en buscar una solución para poner fin al romance o en último caso si ellos quieren seguir con su historia en cuarentena que lo hagan, pero de una  forma platónica desde la distancia de tres pisos. 
  
Al día siguiente  la vecina del primer piso me llamó por teléfono y con una voz que noté como triste y  resignada  me comunicó que con el vecino del tercero después de una larga conversación habían llegado a un acuerdo, el que a ella no le gusta mucho, pero igual quedaron en cumplirlo. 
 
Dado que las autoridades del Ministerio de Salud dispusieron que la  cuarentena y por ende la prohibición de salir se levantarían en tres días más, hoy mismo con urgencia solicitarían hora,  en una clínica veterinaria para esterilizar a   Monín el  gato negro del tercero y a Rubita la gatita romana del primero.  
 
 
 
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