DESVANECER

El que se va lo olvidan y el que se muere lo entierran.
Anónimo

Es curioso, desde adolescente me he preguntado: ¿y los muertos a dónde van? ¿Por qué ese interés de celebrar la muerte en los panteones?
Pocas veces he visitado panteones (más por compromiso) y me he entristecido al ver tumbas abandonadas, con el nombre del difunto ya borrado por el tiempo. Sin embargo,
esto es sólo pasajero e inmediatamente lo olvido.
Ya profesionista me he dedicado a triunfar económicamente y ¿saben qué? Lo he logrado. En mis actividades soy asertivo y objetivo. Mis amigos y competidores saben de mi impasibilidad y frialdad. Es un hecho.
Parece mentira, una bondadosa fémina llegó a mi vida dándole calor y sentido a mi existencia haciéndome feliz. Pero, el destino es cruel y caprichoso, se enfermó. Los médicos dijeron que era una enfermedad de la colágena (o sea no sabían que tenía ni como curarla). En poco tiempo mi bella esposa pasó a la dimensión desconocida.
Quedé abrumado, en automático actué con presteza, del hospital la llevaron al crematorio y sus pavesas las derramé en el rio. Su breve vida se desvaneció en la nada.
Los familiares y amigos me reprocharon, pues hubieran querido la parafernalia de estos casos: el velorio, la misa de cuerpo presente, el cortejo, dejar las cenizas en el columbario de una iglesia.
Diré un lugar común: me importa poco el qué dirán, de ella tengo un hermoso recuerdo, aunque pensé en acompañarla en la muerte, tenía el despego de una pistola. ¡Pero no! Debía seguir su último deseo: en un susurro antes de morir, me dijo: “vive, por mí”.