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Cansado pero satisfecho, el feligrés se tendió de espaldas sobre la mullida cama. A su lado, la meretriz fumaba con su mirada fija en un punto lejano mientras parecía hablar para si:
-Una va progresando en estos menesteres. Tiempo atrás, yo sólo era una desgarbada mujer que deseaba posicionarse en este noble oficio. Pero igual los clientes me requerían dado mi aspecto de chica indefensa y gracias a todo esto, he ganado con largueza en eso que algunos llaman experiencia, algo de lo que usted, mi buen caballero ahora disfruta con creces.
-Por supuesto, amiga mía- dijo el hombre, quien, con gesto pícaro, escamoteó el cigarrillo a su eventual compañera y se lo llevó a sus labios para pitearlo a su vez, dibujándose en su rostro ese aire de trascendencia que caracteriza a casi todos los fumadores.
-Sobre todo disfruto el recorrer con mis manos sus sinuosas partes anatómicas y cada vez que siento su piel suave bajo mis palmas, viajo a regiones ignotas, plagadas de incontables misterios. ¡Con usted si lo disfruto, señora!
-Bien se siente al oído tal confesión que viene a refrendar el hecho que he invertido muy bien mis ganancias. Lo que usted recorre señor, es cirugía pura, flagrante silicona rellenando mis lomas y –por otra parte- grasa sacada a pasear por el milagro de la lipoaspiración, terapia que va en detrimento de las adiposidades y en beneficio de mis sanas aspiraciones.
-Excelentes artistas han posado sus manos en usted, distinguida dama para plasmar tal obra de arte viviente.
-Por cierto, el cirujano que me atendió es una eminencia. Del mismo modo lo es el dentista que me fabricó esta hermosa prótesis.
-Maravillosa pedrería es la que devela su sonrisa, hermosa señora.
-Soy justa al decir que lo que invierto, lo hago pensando en personas como usted, amantes del sexo que saben bien apreciar el resultado de dicho empeño.
-Honrado soy.
-¿Acaso no ha enredado sus manos en mi cabellera salvaje, hebras de seda que encarcelan sus dedos en una selva de rojizas extensiones?
-Me he sentido extraviado efectivamente y he delirado recorriendo tan deliciosa textura que me devuelve el seso en pleno éxtasis.
-Es una delicadeza con la que proveo a los que saben disfrutar del arte de hacer el amor. Esta peluca me fue obsequiada por la querida mujer que me trajo por estos lares.
-Agradecido por sus cuidados. Nadie podría decir nada, puesto que su profesión usted la honra con tan preciosos detalles.
El hombre se vistió con parsimonia, luego de agradecer a la mujer por su esmerada atención.
Mucho después que él se hubo marchado, ella pudo contemplar a través de sus lentes de contacto azules, la perfección en el diseño, la maestría y la exactitud de colores de aquel billete falsificado con que aquel señor canceló sus servicios.
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