Creaba las más falsas dificultades para aquella cosa clandestina que era la felicidad. La felicidad siempre iba a ser clandestina para mi. Parece que yo ya lo presentía. ¡Y cómo tardé!
Clarice Lispector


No sé si tal vez se me olvidó ser feliz,
entre tantas disertaciones y reflexiones,
entre la poética y mi sombría auto ficción,
no sé si me olvidé de sacarme a pasear,
ver más mundo, hablar menos conmigo.

No sé si en vez de mirar hacia afuera,
clamé demasiado por mi voz interior
en un sospechoso diálogo de vía única,
una crítica voz agazapada entre versos,
sentencias, retóricos lamentos infinitos.

No sé si es mi palabra la que no se atreve,
dividida entre unos significantes confusos,
una lírica visión aventajada segregadora
o el miedo a revelar el veraz sentimiento
que hay por detrás de la crítica mordaz.

No sé si es la voz del poeta la íntima fuga,
inconsciente catarsis de una errática alma,
absorta revelación o dudosa cuarta pared
que pide respuesta sin siquiera preguntar,
singularizado Hermes, mensajero procaz.

No sé si apocado me escapé hacia dentro;
el silente refugio de mi grito de socorro,
el decir y lo dicho bien detrás de la barrera
o ahogué en cripticas palabras mi deseo
para no encarar la realidad de los hechos.