En diversas ocasiones nos enfrentamos a familias con un número de hijos que, de por si, resulta un contraposición, si se analiza los recursos necesarios y que en dicho caso escasean en forma significativa; y en lógica consecuencia la manutención, desarrollo y prosperidad de los mismos no serán suficientes, aparejando los correspondientes problemas en el futuro cercano, muy posible en el lejano también.
Toda pareja, desea, anhela, sueña con criar sus hijos. Aquí radica la base, el comienzo del grupo familiar. Hijos es la luz que ilumina el camino elegido por aquella unión de una mujer y un hombre.
¿En qué forma es posible entender, comprender, el hecho de que no obstante a simple vista cierta familia no posee los elementos físicos y/o económicos indispensables que aseguren la crianza del posible futuro vástago, deciden, pese a todos los obvios obstáculos, traer un nuevo niño al mundo?
Por supuesto es factible comprender la *necesidad natural* de la pareja. No obstante comprensible, sin embargo cabe la pregunta: ¿en qué lugar se sitúa la responsabilidad primaria de los futuros padres?
Es notable, que en las últimas décadas, disminuyó en forma considerable el número de hijos por familia, especialmente en los países desarrollados. Aún, en los restantes, las familias mantienen la *costumbre* de una cantidad elevada de descendientes. Justamente, es en aquellos países, donde los recursos naturales escasean, las provisiones son mínimas, el agua es un producto no siempre al alcance popular, y por consiguiente las enfermedades tienen campo abierto para desarrollarse logrando víctimas, sin ninguna clase de escrúpulos.
¿Cuál es la causa por la cual, no obstante todas la contrariedades conocidas y palpables en la vida diaria, tal o cual familia, cierra los ojos, y empieza o continúa el natural rito de la fecundación?
En nuestros días, es sabido que grupos inmensos dominados por un enceguecedora religión, consideran como obligación natural el nacimiento de más y más hijos. Al punto tal de expresar: ¿Cuántos hijos?, cuantos el supremo nos dé.
No existe siquiera la duda, la interrogación, así es, así deben proceder y así proceden.
Y los que ninguna religión *los obliga*, los que por sí mismos actúan y proceden haciendo caso omiso de la realidad. ¿Qué fuerza extraña influye sobre sus mentes?
Quizás debemos suponer que la misma sociedad que nos protege, nos indica cual es la manera de proceder, la que dicta esas leyes no escritas, y por consecuencia también nos *obliga* a cumplir.
Tal vez es algo más profundo, algo que nace con el hombre, en sus genes, que permite reaccionar en forma tal que su proceder es una respuesta a su fracaso como miembro de la sociedad y lo único que le resta es hacerse valer, como hombre, realizando lo que sabe hacer y en forma correcta: ¡Procrear!
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*Registrado-Safecreative N°1006096552613
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