HISTORIAS CLANDESTINAS
Los Hueñecitos *
Antes o después de la historia del tío mordido por el ganso sucedió otra historia al Curiche Los caminos de Arauco están aún sin pavimentar, el bus avanza hacia el sur lo mismo que la mañana, va hasta Tirúa y a su paso va dejando una polvareda que llena de liviano polvo, cada hoja de los zarzales están casi café, las moras que aún quedan también son color tierra, las hojas de los boldos, arrayanes, del sagrado canelo u otros árboles y arbustos de la orilla del camino están como un berlín vendido a la salida del estadio. Contulmo, comuna eminentemente mapuche y algunos suizos y chilenos que radican en el pueblo, los Suizos llegaron en alguna colonización convocada por el gobierno de Chile, que fiel a los designios insufribles, dijeron que los chilenos son flojos, que lo dicen acá y en cada país de América todos los latinoamericanos somos flojos, Así que se trajeron europeos, los Suizos se instalaron en la ribera del Lago Lanalhue, en el campo comunidades mapuche. Los Huenullán, los Huenumán y otros abundan por allí, Víctor Jara le cantó a la Angelita Huenuman que vivía también cerca del lago. Una casa acá y otra a centenares de metros mas allá otra, en cada una de ellas la actividad propia del campo, la vida allí en Arauco tan diferente a la gran ciudad, el valor del tiempo acorde a las necesidades de cada ser, el hombre mira su campo revisa la siembra, revisando su pobre ganado le da de comer, dentro de casa, alguna mujer teje algún poncho de lana de cordero, pasa la lana y aprieta con la lanzadera, o cocina para sus niños ( hueñes) y su marido, los niños como en cada lugar del mundo juegan corretean a algún perro, apalean las gallinas o expulsan a los gansos de la huerta. Héctor Baja del bus, el ambiente ha cambiado de inmediato, en la micro se confundía el olor de la gente y las mercancías en un solo aroma, por algún tiempo la nariz de Héctor mantiene el humor del bus, luego cambia, y se abre a las hierbas del camino y el salino del mar que está tan cerca, es casi medio día, el sol está alto, sus rayos caen casi a plomo sobre la cabeza del caminante le pega sin compasión y aún debe caminar un par de kilómetros para llegar a casa de Lucía y su madre, por instantes el calor baja sea por la brisa marina o algún ramalazo que llega desde el lago Lanalhue, el rostro saluda la brisa que el llega, por el camino se cruza con un par de mapuche que le saludan, media hora demora en alcanzar la casa de las mujeres que viven con sus hijos. por fin llega, entra y saluda a la madre que está tejiendo un poncho, luego aparece uno de sus hijos ya jóvenes, un apretón de manos, una pequeña conversación y preguntar por Lucía, curiosa mapuche esta Lucía, alta, delgada de cabello casi rojo, poco de su fisonomía evidencia su raza, (algún huinca debe haber enamorado a la madre y nació Lucía) el contraste con las lamuenes(2) con sus rasgos asiáticos, de talla baja, cabellos muy negro, casi nunca encanecido, gorditas, ojos achinados, la madre solo escucha la conversación e inicia la preparación del almuerzo, serán arvejas secas, “¿Y Lucía por donde anda? Pregunta Héctor” Fue donde una hermana* a cortarle el cabello y peinarla. Ah! ¿Y regresará pronto? Insiste el visitante “No lo se” dice la madre, “pero mandaré por ella, ¡Gene!” Llama a su nieto, hijo de lucía, niño de unos 7 años, vivaz, mira de reojo y desde distancia, desconfía del huinca (3) que pregunta por la madre. “Mira niño -le dice la abuela-, ve donde tu madre y dile que la buscan” El niño sale raudo, corre por el campo, sus patitas sin calzado, pantalón corto que alguna vez debe haber tenido algún definido color, hoy es un misterio, la camisa igual, pelo tieso, achinado, alegre. Pasan los minutos, charla con la madre, ella cuenta su historia que es como muchas o quizá única, hace años que no ve a su marido, él está en la cárcel en Santiago (preso terrorista, según Pinochet) lleva algunos años preso y mas de 5 sin Verlo, se marchó un día del 73, el golpe lo encontró fuera de su tierra y no pudo regresar, cuando lo hace no vuelve a la tierra sino que toma las armas y combate a la dictadura, de vez en cuando iba a ver a su mujer y sus hijos, no podía ni debía ser visto así que pasaba por casa de su mujer un par de días y desaparecía, algún hijo nació de esas visitas. Vivía tranquilo en una parcela cercana a la capital. Algunos le llamaban el indio chico (pero es otra bella historia, para contarla algún día). Un día seguramente por que alguien habló más de la cuenta llegaron los chanchos (cerdos) de la CNI y allanaron su casa, buscaron con todo lo que tenían, golpearon al checo, utilizaron detectores de metales y… Eureka, encontraron lo que buscaban, un deposito con armas, le sacaron cresta y media, pasó la tortura inclemente, electricidad, Pas de arará, submarinos secos y húmedos, el primero, una bolsa de plástico en su cara, atada para no respirar le permitían respirar cuando ya estaba al borde del colapso, el otro, una tina llena con agua y el ella, orines y mierda humana, atado a una tabla lo metieron dentro de la tina antes de que se ahogara en mierda lo sacaban, luego a la cárcel junto a otros combatientes. Héctor le dice a la mujer que la reunirá con su marido siempre que ella quiera, ella no cree. “Usted es igual a los otros que han venido a mi casa, si, todos sus compañeros que han pasado por acá me han dicho lo mismo, yo no le creo a ninguno de ustedes”. Deja mudo a Héctor, más se compromete ha hacerlo. “Lo haré”, -le dice Héctor- “Si soy uno más entre los que han estado por acá, más, no me comprometo a algo que no podría cumplir, así que en algún instante le contaré de su marido” Pasa mas de media hora antes de que llegue Lucía, su hijo corre rapidito atrás de ella, viene acalorada y algo asustada, mira al visitante y se alegra, “¡Ah eras tu compañero!” “Si poh Lucía, si te dije que iba a venir por estos días”. Lucía mira al niño y le dice con firme ternura. “Mira tú, como se te ocurre decirme lo que me dijiste”, luego le habla en mapudugun (4) Héctor no entiende nada, “Si te he dicho que le llama Héctor”, Ya descansada, suelta una risotada fuerte, la madre le pregunta “¿Que pasa niña?” El padre del hijo de Lucia la abandonó un día y no regresó, por aquellos días estaba en N. York o Washington en un programa de N. Unidas que tiene que ver con las etnias, se marchó y se dice que en USA se casó con una antropóloga, y nunca mas le escribió dejando al hijo con la madre y la abuela, además de los tíos. Luego del descanso pregunta “¿Mami, le serviste mate a Héctor?” “Sí niña”. “¿Bueno y el almuerzo?”, “Ya estará lucia”. Luego de reír, cuenta, “ “Mira” -le dice- “llegó este chiquillo donde la prima y me dijo, mami, te buscan en la casa dijo la abuela”, ¿”Quien le pregunté?” “No se me dijo el niño”, “pero como no vas a saber quien me busca”. “No sé, es un huinca”. “ ¿Quiennnnnnnnnnnnnn?” “Mamá, un tío”. “¿Qué tío?” “Uno de los que te vienen a ver”. Ya menos asustada, inquirió mas la Lucía (Ella también había estado también presa en la cárcel Temuco), estaba algo temerosa por que su hijo no sabia dar razón, y como eran días malos, más preocupada quedó, así que dejó a la prima y comenzó a regresar con el hijo, en el camino nuevamente volvió a la carga para saber quien la buscaba. “A ver hijo, que tío me busca”. El interrogatorio dura hasta que el niño no puede mas y le dice (según ella) con voz fuerte. “Bueno mami, un tío feo”. “¿Cómo?” “Es que es feo, muy feo, el tío mas feo que te viene a ver” No entendía nada Lucia, cuando llego a casa miro al Héctor, no pudo aguantar la risa, ah, dijo Tú eres el tío mas feo que tiene mi hijo”. El niño ya corría huyendo de algún posible Castigo, Héctor miró al niño que huía, y rió muchísimo. Hasta hoy, me pregunto ¿quien es lindo y quien feo? Imposible determinarlo, ya que para la mayoría de la gente de mi país, los mapuche por sus rasgos asiáticos son feos, chicos, macizos, pelo negro y liso, no los altos y delgados que se usan hoy en las ciudades, por esos años tenia 20 kilos menos. Luego estuvo el almuerzo, sabrosas arvejas y mate, el niño miraba a Héctor desde lejos, solo le dijo a la mama. “No le vayas a pegar al niño”. “No te preocupes” dijo ella, Luego regresó a la ciudad, el niño lo acompaño algunos metros para volver corriendo a su casa, Héctor volvería muchas veces a su casa y alguna vez con una carta del marido de la madre de Lucía. En la micro de regreso, se dijo “Y YO QUEME CREIA BELLO” |