Cuando veo un gaucho amigo,
solito y muerto de miedo,
mi respeto le concedo,
y quiero brindarle abrigo.
Pero mucho no le digo,
le cebo mate en la noche,
le escucho sin un reproche,
mientras el cielo está azul.
Que mi oreja sea un baúl,
y que su lengua derroche.
Y quizás de madrugada,
el cansancio ya nos venza,
la mente se ponga densa,
y todo sea una ensalada.
Unas horas y alborada,
nuevamente a despertar.
Con el día a comenzar,
momento de creación.
Renacer al corazón,
que pronto ha de aclarar.
Porque a veces en la vida,
se desata la pandemia.
Y la situación apremia,
parece que no hay salida.
Y llega una mano amiga,
que en nuestro hombro se posa.
Parece una mariposa,
que nos hace sonreír.
Y nuevamente a vivir,
que eso no es poca cosa. |