Esta impureza me revela oscura,
quiero verme linda
iluminada por la luna,
entre rosas negras,
siento la soledad de mis peligros.
Yo la quiero, como a todas las cosas
que se usan y se tiran,
se disfrutan y se tragan.
Me abro al placer sin medida,
escondida la tristeza en
los pedazos de un espejo roto
con sangre en mis manos.
Esas formas y figuras,
con sus curvas y rectas,
montañas y árboles,
cuevas y mar.
Cruces de un pasado cruel,
lamentos que afloran
dejan oír su melodía siniestra,
sobre gusanos que carcomen los huesos,
presa de un sueño interminable,
se arrastra atolondrada,
un éxtasis de pasión angelada,
las caricias de amor no estorban
en un alma que suspira solitaria.
Por fin te alcanzo,
ríe la piel con su miel de seda,
silencio en tu boca carmesí,
y en la mía,
¿cómo evadirnos si estamos pegados?
Me pides piedad,
reflejo de mí misma,
arrodillada frente a mí,
abofetéo tu orgullo,
y vuelvo a mi templo
que es mi cuerpo,
el lugar donde habitan mis temores y esperanzas.
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