.... Ella posó desnuda para mí, no para que la pintara con colores, sino para que me inspirara con su desnudez. Si fuera pintor yo la pintaría con mis dedos en su piel, no dejaría ni un centímetro sin pintar. Empecé a recorrer toda su geografía con mi lengua y entre más avanzaba más dulce la sentía, era como una cucharada de miel derritiéndose en mi boca que endulzaba hasta mi alma. Empecé a sentir un temblor exquisito en toda mi piel, temblor que solo lo produce los caricias más profundas, ese contacto con la musa desnuda que iba desgranando letras sobre la página, letras que caían como una fina lluvia y ahí se quedaban como muestra de todo aquello que estaba sintiendo mientras escribía. Era tan exquisito ese instante que hasta mi pluma se estremecía. En ese recorrido placentero por su hermosa geografía, la pluma me llevó a sus colinas de las que brotaron ríos cálidos que humedecieron toda mi lengua y nacieron más palabras que salían de sus entrañas. Era como si la recorriera con mi lengua que tocaba también su punto más sensible, pero era mi pluma la que la acariciaba, mi sexo también sentía la dulzura de su intimidad. Mi pluma se hundió en una espuma blanda que se adhería y ajustaba a su anatomía. Esta no era la pluma con la que mataba, sino la pluma con la que amaba, aquella pluma que no hacía derramar sangre sino semen y que produce el más exquisito de los placeres porque alma y cuerpo se funden en versos de placer y vida.

Al terminar de escribir estas breves pero sentidas líneas, yo estaba húmedo, después de leerlas a Paola Andrea también se humedeció, a través de la poesía nos habíamos poseído sin ponernos un dedo encima.

AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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