Recuerdo estar en esta misma cama, con otros audífonos, en el celular y no en la laptop. Recuerdo esperar impaciente, con las manos hormigueando, el corazón suspendido en el tiempo, el estómago rebosante de alimañas ponzoñosas, esperando a que mandaras un mensaje, cualquiera. No era que te fueras por horas, pero media hora era como leerse Cien años de soledad de nuevo: un viaje de emociones tan raro. Recuerdo ver que tu mensaje había llegado y no querer leerlo por miedo a no saber qué responder, así estuviéramos diciendo cuánto nos amábamos, cuánto atesorábamos el corazón del otro. Me quedaba sin palabras en este mundo donde solo vivo de palabras: como de palabras, tejo palabras para vivir. Recuerdo la luna sobre mí, mis lágrimas cristalizadas por la plata de la luna, mis manos bailando sobre el tablero del carro, tu voz resonando en los asientos acolchados, en los vidrios. Tu voz asonante, sonante, melodiosa, inmelodiosa. Tu voz acezante y salvaje. Tu voz que decía tantos “Te amo” al igual que “Puta”, palabras que en el idioma de los enamorados otoñales vienen a significar lo mismo. Recuerdo escuchar la guitarra de Tomorrow never came y llorar, llorar como el tonto chico que soy: tan blando que todos me pueden manejar. Me siento tan manipulable, tan… Recuerdo esas tardes de sol en que el calor solo eran meros inventos del pretexto, inventos para seguir hablando: nunca hubo ni calor ni frío ni lluvia contigo. Mis pasos que se plantaban fuertes en el piso, mi sonrisa iluminante que era como algo nuevo. Mis ojos hinchados porque la noche anterior lloré de amor. Yo, llegué, teatro o piano. Es hora de decir que te amo y que hablamos más tarde aunque es una vil mentira para engañar al tiempo, pues seguiré contestándote aunque no esté permitido, y las paredes me observan y han de guardar el secreto en ellas para siempre. Los recuerdos de los domingos que jugamos, los días que deje de hacer lo que estaba haciendo solo por jugar contigo y estar un poco más cerca. Cerca… cerca. Palabra misma que es solo una paradoja de nuestra soledad, de nuestro encubrimiento casi desesperado porque no se note que estamos solos. Palabra que nunca significo lo que el diccionario dice. Cerca: quimera de esos días.