Si existe una criatura característica del río Amazonas, es el Delfín rosado.
Es un delfín que llega a veces a medir 2.80 Mt. con un peso de hasta 180 Kg. Se trata del delfín de agua dulce más grande de todo el mundo. Si el delfín es dinámico y le sobra actividad física, el color rosa se intensifica, aunque suene extraño. Ese hermoso color lo recibe por sus genes y es realmente muy bello.
En una de mis aventuras por el Mundo, tuve un maravilloso, mágico e inolvidable encuentro. Fue mientras surcaba en una canoa -manejada por un indígena hijo de un Chamán- las aguas del Amazonas. Me encontraba ocupada sacando agua con un balde, al descubrir que la misma tenía un pequeño agujero, cuando de pronto vimos a lo lejos un ejemplar de estos increíbles Delfines. Quedé con el balde en la mano, extática. Mi amigo, me explicó que no se acercaban demasiado a los humanos. Debíamos hacerlo muy despacio y entonar una melodía muy suave, casi como el canto de una sirena, para buscar encantarlos y que se quedaran en su lugar. Así lo hicimos, y a despecho de hundirnos dejé el balde en el piso. Entoné una melodía que sentí, era la que podía agradarles. Muy suave y dulcemente nos aproximamos con extremo cuidado. Llegamos a una distancia que el hijo del Chamán, consideró prudente. Más allá, nos exponíamos a que huyeran. Estuvimos mirándolos arrobados, mientras nos hundíamos lentamente...
Me fui enterando en conversaciones con el indígena, que se trata de un animal de sangre caliente, dan de mamar a sus bebés y respiran aire a través de sus pulmones como todo mamífero.
Más tarde, al regresar a la tribu y en tren de confidencias con las mujeres de la misma, me contaron la leyenda que rodea a este mamífero marino. Las escuché respetuosamente, mientras me maravillaba de la inventiva de ciertas mozas.
Según me contaron, el delfín rosado fue un guerrero indígena, joven y audaz, lleno de valor y atributos varios. Un dios le tuvo mucha envidia, por eso lo transformó en delfín y lo condenó a vivir para siempre en los ríos de la Amazonia.
Pero en el mes de las fiestas que es Junio, cuando ellos celebran los natalicios de todos sus santos y se encuentran ocupados divirtiéndose entre fuegos, música y bailes, aprovechan y salen los delfines rosados del río, transformados nuevamente en hombres muy apuestos y en amantes insaciables, para seducir a cuanta mujer joven encuentren en su camino.
Según dicen, esto ocurrió ya varias veces. El delfín que se convierte en un muchacho muy atractivo, sale hasta la orilla, viste enteramente de blanco y cubre su cabeza con un sombrero de paja por donde asoman unos mechones de cabello bien rubio. Aparentemente bajo el sombrero de paja se esconde lo único que podría delatarlo: el orificio que tiene en su cabeza por el cual respira.
Por lo tanto, a todo aquel que llega portando un sombrero durante el mes de Junio, se le pide que se lo quite, a fin de asegurarse que no se trata de un delfín.
El muchacho si es un delfín, baila maravillosamente y ninguna joven puede rehuir a sus encantos. Elige a la más bonita, le dice cosas dulces al oído, bailan juntos y le propone luego dar un paseo por la orilla del río. Después de dicho paseo, la mujer joven no se acuerda de nada más, se le borran los recuerdos por completo. Al mes descubren que se encuentran embarazadas.
Nadie se enoja, ni se suscita problema alguno, ya que todos saben que si hay un culpable es el delfín rosado y ninguna mujer puede resistirse a sus encantos.
Según la leyenda, las mujeres jóvenes que entren a las aguas del río Amazonas, o incluso que anden en canoa cuando hay luna llena, de seguro recibirán la visita de un delfín para embarazarlas. A los delfines rosados se les acreditan la paternidad de todos los niños sin padre de la región (muy conveniente medida). Hasta se encontraron casos de niños registrados en el Notario, como hijos del delfín directamente. Si llega a nacer un niño con la espina bífida, lo llaman: Botos (Delfín).
A veces hay quienes intentan matarlos, para que no embaracen a sus mujeres, aunque otros dicen que es mejor tratarlos bien, así sus hijos (de los que se tienen que hacer cargo) nacerán sanos.
Las mujeres que estábamos ahí, sonreímos mutuamente al finalizar el relato. Quise darme cuenta si ellas en verdad estaban convencidas de la veracidad de lo que contaron, pero sus rostros de piedra, imperturbables, no mostraron ninguna señal. Las vi más tarde con sus pipas, fumar en silencio. Ni antes ni después intercambiamos muchas palabras en la temporada que pasé con ellos en la tribu.
Quise contarles la leyenda ya que como muchas de ellas, tiene un encanto especial.
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