La madre, nerviosa, se mordió las carnes internas de los labios, mientras se dirigió a la iglesia, mientras su hija esperaba en una de las bancas. María Sempere Pietro habló en la sacristía con el sacerdote.
La mujer expuso al cura que pronto recibirían en casa, la visita de unos familiares y su hija Antonia siendo una mujer distinguida en el lugar, proveniente de una familia de vastos recursos, que había sido criada con una profunda religiosidad, tenía un serio problema, no había podido corregir su timidez, tanto así, que a veces tartamudeaba y le costaba tratar con la gente.
El sacerdote, se quedó pensando un rato y luego, dirigiendo la mirada a su sobrina Anaid, le propuso que le ayudara con el caso, ya que era novicia, y sabía de clases de canto y dicción. Ella respondió que estaría encantada, ya que tenía experiencia en la enseñanza del comportamiento en los ambientes más selectos. La sobrina del cura, a quien todos llamaban “la santita”, saludó con un tono amable a su nueva aprendiz, Antonia Molinelli Sempere.
En casa de los Molinelli, la Santita expresó: -Lo primero que haré, es darte lecciones de gramática, porque es una de las primeras cosas que hay que saber, para poder exponer las ideas. La madre de Antonia sonrió complacida y felicitó a la Santita por su vocación, se dispuso a dejarlas a solas, sin saber que la sobrina del cura, de santita no tenía nada. La novicia dijo: -Mi mayor fuente de inspiración, es la celestial y suprema figura de Cristo. Luego observó a Antonia con su vestido casi medieval y con una sonrisa maliciosa pensó: “A esta la han educado para ser aburrida”.
La nueva instructora empezó sus clases para ser más sociable, divertida y empática. Tiempo después, cuando tomaban una taza de café, la santita le reveló a la aprendiz, que ella solo tenía la orden de enseñarle sobre comportamiento en sociedad, pero que por ningún motivo le preguntase sobre temas tabúes. Pero la curiosidad es a veces, más fuerte que el miedo y la vergüenza, como un resorte que te empuja a conocer más cosas, así que la joven, intrigada, insistió en saber.
La Santita le propuso un pacto, el cual consistiría, en el pago secreto de la revelación, y aclaró, que ella utilizaría el dinero para los pobres. Un segundo después, sus labios se curvaron en una sonrisa maliciosa. Así que cuando la Santita le explicaba sobre asuntos de pecados del corazón y de la carne, Antonia abría los ojos más de la cuenta, como asustada, ahora tenía un amplio conocimiento.
Tiempo después, el conocido problema de Antonia Molinelli estaba vencido, logró convertir su defecto en una gran seguridad que demostraba a cada instante, hasta para la Santita era de asombro, porque ningún audaz lo es tanto como un tímido que vence su timidez. |