Gumaro Díaz
Era asfixiante sentir que tenía la necesidad de hacer algo para no dejar de hacerlo. Gumaro Díaz escribía día a día algún absurdo, chiste, verso mal estructurado o a veces bien y contaba cuentos que ni cuentos eran. Gumaro Díaz estaba un poco chiflado al creer que lo que hacía era escribir, pero si no era eso ¿Entonces qué era?
De todos lados lo corrían y olvide que le invitaran, decían que era desagradable.
Se leía un libro, dos, tres y no volvía a leer en varios años, pero eso sí ¡Cómo escribía! ¡Hasta parecía castigo! Si alguna vez se le ocurría parar sentía sofoco, el pulso se aceleraba y el corazón palpitaba como máquina a punto de desvielar. ¡Pobre Gumaro! Genaro o no recuerdo bien su nombre, pero se apellidaba Díaz y lo recuerdo porque no había uno solo que no nos topásemos con alguno de sus textos engomados en árboles, paredes o bardas en las calles. Es como si quisiese que todos supieran que existía, pero en realidad a veces uno solo quiere mirar los árboles, fachadas o bardas, de Gumaro ni a quién le importe.
Uno de tantos días Genaro Díaz enfermó ¡Ay qué sucede? La gente que iba en auto bajó a preguntar a los de a pie que si dónde había pegado, engomado y ensuciado Gustavo Díaz aquella mañana. La gente empezó a correr buscando algún indicio de texto más por costumbre que por placer déjeme decirle que no había placer en las letras de Gumaro por eso nadie leía, todo en él era amargura y ¿Quién en su sano juicio desea leer lo que ya padece? Era como la mujer que la mira uno fregando platos cada mañana y un día ya no ve nada ¿Me abandonó? Te preguntas, y no es que extrañes a la mujer o que estés temerariamente enamorado, pero el vacío es insoportable dicen algunos, claro... también se extraña al perro con todo y zapato embarrao de...
Uno se acostumbra a cualquier cosa.
El tavo Díaz murió y todos los habitantes del pueblo fueron a ver si había dejado una última nota, usted sabe; esa última nota quizás fuese lo único interesante que pudiera escribir alguien como él ¿Se despidió de la familia? ¿Dijo algo de nosotros? ¿Se suicidó? El morbo pueda hacer famoso a cualquiera déjeme decirle y para colmo de colmos no había nota, ni carta donde confesar algún pecado o arrepentimiento o pequeña señal de culpa ¡El muy desgraciado no se había despedido! ¡Después de tanto hablar no dijo nada!. Los más incrédulos abrieron el cajón segundos antes de ser enterrado y movieron el cuerpo de un lado a otro buscando una sola palabra que dijese lo que fuese, de cualquier forma todo lo que dijo en vida nunca tuvo sentido. Fue tanta la desilusión que le golpearon, escupieron, sacaron el cuerpo del cajón y estrujaron salvajemente hasta que las autoridades intervinieron. Todo el pueblo lloró amargamente la muerte de Gustavo Díaz, pero cuando les preguntabas porqué lloraban ninguno supo decir si era rabia, impotencia, decepción o qué carajo pasaba por ellos en ese momento.
Los días pasaron y las calles volvieron a la normalidad, aunque desde entonces, desde ese día, la gente se detuvo a leer lo que Gumaro quiso decir, cuando lo dijo.
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