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Inicio / Cuenteros Locales / fabiangs7 / La entrometida Carlota

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Bajo el bochorno sofocante de la tarde, sentada en la mecedora, Carlota esperaba que el tiempo pasara. Era una anciana de pelo teñido de un gris azulado y ojos negros, rodeados de arrugas. Se le veía casi siempre con su camisa blanca abotonada hasta el cuello, con una falda gris oscuro y medias calcetín que terminaban un poco por debajo de su rodilla, se balanceaba adelante y hacia atrás con suavidad, apenas sin hacer ruido, de vez en cuando haciendo punto y observando cautelosamente, no perdía ocasión de sembrar la cizaña con el truco de: “usted no está para saberlo ni yo para contarlo” y hacía circular multitud de propagandas de mala ley.

A dos viviendas de allí, se encontraba la casa de las margaritas. Carlota divisó una sombra en la ventana de aquella morada, al principio creyó que era la sombra de un árbol que había en el jardín, pero la sombra empezó a moverse, y luego percibió ruidos extraños, así que decidió llamar a su esposo Apolinar. El anciano siempre había admirado en su mujer su oído de tísico. Era tan fino, que podía distinguir acentos regionales sin equivocarse, pero conociendo que su esposa tenía demasiado tiempo libre y que por lo general, siempre se le metía en la cabeza que algo extraño había en casas ajenas, no prestó atención y siguió escuchando su radio de madera de cedro. Carlota se sentó de nuevo en la mecedora a tejer y mas tarde escuchó un ruido en la misma casa.

La mujer salió a dar aviso a sus vecinos, pero nadie prestó atención; para todos, Carlota era una chismosa, y le faltaba tiempo para ir a repetir cualquier chisme a quién quisiera escuchar, así que se lanzó a la tarea de investigar que estaba sucediendo. Caminó hacia la casa, observó que la puerta se encontraba medio abierta, con mucha cautela examinó por la ventana, los dueños no se encontraban allí, solo un bandido, pequeño y escuálido con una bolsa al hombro que miraba todo con cara de asombro. Carlota quería hacer justicia, pero tuvo miedo que el ladrón estuviera armado, así que regreso a su casa.

Más tarde, el bandido percibió el ruido de la puerta cerrándose y los pasos de alguien en las escaleras, con mucha precaución el maleante se escondió y observó que alguien entraba a una de las habitaciones. Se fue a inspeccionar y con gran terror vio la figura de alguien vestido con ropas de hombre tirado en el suelo, con una bolsa sobre su cabeza. El ladrón se asustó tanto que pegó un grito desgarrador y quedó inconsciente a pocos metros del cuerpo.

Los vecinos se acercaron estupefactos a la casa, entraron y observaron a Carlota arrojarle un balde de agua a un malhechor y acataron su orden de llamar a las autoridades. Como toda chismosa tenía una peculiar sensibilidad noticiosa que le permitía detectar la clave del acontecimiento, ese perfil, ángulo o accidente que no todos perciben, pero lo cierto es que muchos agradecían que hubiese utilizado, al menos una vez bien el tiempo, porque no se puede postergar hacer algo bueno por los demás, cuando la vida nos ofrece la oportunidad.

Los policías llegaron inmediatamente a la escena del crimen. El ladrón al despertar afirmó haber encontrado un muerto. Carlota quitó la bolsa y se descubrió que el cadáver estaba hecho de paja.

Texto agregado el 19-07-2020, y leído por 90 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
19-07-2020 Está bueno Fabián, y me encanta lo minucioso de tu relato. MujerDiosa
19-07-2020 Por fin la viejita se activó para hacer algo más útil que ser una cizañera en su sillón...Aprecio tu narrativa, llenas de detalles como al pasar, sin detener su inercia...Felicitaciones hgiordan
19-07-2020 La Carlota tenía lo suyo. Me parece un cuento llevado con buen pulso, que retrata un episodio ordinario, muy familiar. Te felicito. peco
 
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