Sí cabalmente yo leyese más poemas
seguro facilitaría la labor de las musas,
y tal vez eso aumentase mi ingenio;
entre verso y verso, viniese una idea,
entre idea e idea, surgiese otra poesía.
Pero yo he dejado mi talento al viento,
al mundo que me regalan los sentidos,
que me atentan para observar su pulsación;
la belleza, la fealdad, la armonía, el caos;
y ordenar con letras el natural desorden.
Y si yo mirase hacia dentro y no afuera,
me dejase transportar solo por las hojas,
en ese registro estable de la inestabilidad,
quizá esas letras yacientes, dormidas,
esa estética estática me inspirase más.
Mas, yo quiero de la vida sus residuos,
esencias y recuerdos de un tiempo inmortal,
el legado perenne de la emoción humana
que pasa sin ser notado y está en todas partes,
que vive en las sombras y siempre resplandece.
Porque quiero pagar así mi deuda con la vida
y será mi óbolo un eterno legado poético,
un justo pago para un barquero exégeta,
de la abstracta poesía al poema concreto,
será mi personal traducción de la existencia.
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