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A través de dehesas y plantíos, y por las diversas calles, llegaron numerosos grupos de gente vestidas con sus mejores galas, todos a la iglesia, como las almas buenas que llegan a Dios. De pronto sonó el primer repique con que las campanas invitan a misa parroquial, y los jóvenes sonrieron y apresuraron el paso, se iluminaron las caras infantiles y se desarrugaron los rostros de los ancianos, emocionados todos, escuchando las palabras del sacerdote Eliseo y participando de cada acto.

En una vasija grande, el monaguillo recogió la limosna de los feligreses que cada domingo acudían a depositar monedas y billetes de todas las denominaciones, aunque algunos fieles ofrecían como muestra de gratitud y respeto por la presencia del señor, animales de corral. Al finalizar se oyó la poderosa voz del órgano y los feligreses recogieron sus sombreros, carteras, bastones, sus niños y se marcharon a sus casas, luego las puertas de la iglesia se cerraron.

El padre Eliseo guardó las hostias, el santísimo en el sagrario, y la limosna en un baúl de madera, y el monaguillo las gallinas en el corral, luego el cura cerró las ventanas y antes de dormir leyó su Biblia. Mientras tanto, docenas de veladoras en señal de agradecimiento y petición de favores, quedaron encendidas, destellando a través de la ventana de la sacristía. En el cuarto del sacerdote, sobre la mesa de noche ardiendo una veladora como todas las noches, iluminando el rostro de una pequeña efigie de la virgen, de pronto, una ráfaga de viento abrió la ventana de aquel cuarto y la luz ahora, amenazada por el viento luchó por no extinguirse, como los seres vivos luchan por no morir.

La luz de aquella veladora, ahora muy lánguida, sabía que no hay peor lucha que la que no se libra. Su flama se movió de lado a lado y a ratos se escurecía y la brisa seguía entrando y tratando de darle muerte, en tanto las figuras del muro de luz se preocupan porque de la luminosidad vive el vitral.

Cuando la flama había perdido toda esperanza, el sacerdote cerró la ventana, el viento dejó de soplar y la luz volvió arrojar todas las sombras.

Texto agregado el 12-07-2020, y leído por 103 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
19-07-2020 Es un cuento que recoge algo simple y lo magnifica, con el poder de una narrativa apacible. Te felicito. peco
 
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