I
El Chacal
Ojos más preciosos nunca vi:
Bermellón hipnótico;
Carmesí absorbente;
Mirar errático;
Negro sinfín y yo
Camino lunático
Dentro dellos internándome
En un placer sinestésico,
Que atrae al desvanecimiento,
Sumergiéndome en el “ello”
Y en todo aquello
Que mis manos acarician
Y que es bello,
Por delante de mi pecho,
Ahí donde nos hemos vuelto
Presencialmente sinérgicos,
¿Puede ser que te devore?.
Mira nada más doncella mía
Que hermosa te has vuelto
Con tus pupilas dilatadas
Y mejillas con rubor.
Date cuenta niña mía
En cuan pura santa-maría te has convertido,
Con tu cuello rojo,
Para siempre intacta,
Convertida en obra santa
Para onanismos de oro.
II
La Estrella Rubí
Caída libre,
Descenso maldito.
Rojo fuego bañando,
Inundando
Y lavando mi piel
De inocencia
Convirtiéndome en lamento
Eterno
Y siniestro.
Anillo circundante;
Visión desesperante
Que me ahorca
En su existencia,
En la iridiscencia
Incandescente
De ojos reminiscentes
Que me observan
Desde el recuerdo fresco
Que aún tengo
Con mis manos alrededor de su cuello
Quebrándose;
Ojos reventándose,
Llorando sangrantes
Ante mis pupilas sonrientes,
Demandantes;
Expectantes
Ante el deseo de escuchar
Su tráquea abrir
Y suplicar al fin:
“clemencia”,
Así como yo suplico ahora
Ante la estrella rubí.
III
Suplicio
Manos tan bellas
Que abrazan,
Aletargan,
Arropan
Y devoran mi ser,
En sus cientos
De uñas
Clavándose,
Hundiéndose
Profundo al pescuezo,
Urdiendo veneno
A través de mi piel,
De mis venas,
Arterias
Y cartílagos;
Allegando
Sus calumnias
Impasivas
E intempestivas,
Insufriblemente impávidas
Ante oxidadas espadas,
Dobladas y recogidas
Que mi ánima poseía
Como única defensa
Ante ella,
Ante aquella,
Mi perdición,
Mi suplicio,
El castigo
Ante el cual decaigo
Hecho un oxímoron,
Dividido en símbolos,
Aullando en sigilo,
Perdiendo mi espíritu
Que es parte de todo tu,
Ahora,
Collar de gemidos,
Infinitos,
Triunfo fatídico,
¡Sáquenme de aquí!. |