Soy el eterno chiste
mal contado y siempre arruinado
de los amores
mil veces contrariados.

De mis ojos se desprenden
mil puntos de luces amarillas,
luces que se riegan por el piso,
sobre las hojas naranjas del otoño.

Mis manos eternas golondrinas
que escapan del arroyo de mis ojos,
que suben la cuesta dolorosa
de mi terquedad asolada.

De mí me escondo
y me encuentro entre dos espejos,
la sangre de los inocentes
ha de correr sin verte.

Limpio el fondo del espejo,
espejo de fango y ardillas,
de soles y lunas,
de eternas centellas.

Me recuesto sobre mi cádaver,
abrazo mi esqueleto.
Que el amor no se va,
solo se muda de cuerpo.

Yo, en el frío,
en el eterno delirio
del chico agostino
y su novio septembrino.