Desde hace mucho RD necesita un verdadero cambio, no simplemente de partido gobernante (ese tipo de cambio lo hemos tenido en varias ocasiones), sino un cambio que haga funcional las instituciones públicas y privadas con un espíritu de independencia y pulcritud.
Un cambio donde la justicia funcione a plenitud, donde no haya vacas sagradas, ni se haga de la vista gorda con los delitos de cuello blanco.
Un cambio donde la corrupción sea castigada, y jamás haya impunidad, un cambio donde los jueces actúen con verdadera independencia y gran sentido de justicia, donde el dinero que administra el estado sea distribuido con excelencia y absoluta transparencia, donde se acabe el tráfico de influencias, el nepotismo y el paternalismo.
Donde el populismo sea cosa del pasado, donde las políticas del estado sean aplicadas para beneficial a todos los ciudadanos, donde la libertad de prensa no sea secuestrada por los anuncios del gobierno, donde todas las acciones que se ejecuten desde el estado sean para fortalecer para fortalecer a una institución que se llama nación.
El cambio no debe ser un simple eslogan de campaña, tiene que ser una fuerza que enderece todo lo torcido, y que rompa con todo lo amañado establecido e institucionalizado.
El verdadero cambio debe traer aires de esperanza basada en la realidad, debe motivar a las multitudes para forjar una gran nación, debe ofrecer las herramientas necesarias para hacer lo anhelado, y diseñar los esquemas para un nuevo pensamiento de progreso.
El cambio del que estamos hablando se debe expresar desde arriba hasta abajo, de una forma literal, donde los dirigente den el buen ejemplo, donde la base no tenga excusa para actual mal, donde se aplique la ley igual para todos, donde no hayan escollos para el bienestar.
Quiero finalizar con que es verdad que queremos un cambio, pero no simplemente de partido, sino de convicción, de que todo en nuestro país se puede y se debe hacer mejor para el bien de nuestra nación.
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