Me acostumbro a la lluvia sin necesidad del sol después de ella;
Me acostumbro a la noche sin que haya un día;
Me acostumbro a un vaso sin que exista vino;
Costumbre de un plato sin comida.
Me acostumbro al silencio de mi habitación,
Desacostumbrándome del murmullo de la multitud;
Me acostumbro a seleccionar para nunca adquirir;
Me acostumbro al aire turbio y denso;
Desacostumbre del agua que corre;
Costumbre de una tierra sin cielo.
Me acostumbro a lo reducido de mi alma; no hay un espacio abierto para la convivencia de seres multiformes;
Me acostumbro al etéreo y no a la masa;
Me acostumbro a la maleza;
Desacostumbre de las flores;
Costumbre de sueños y esperanzas guardadas en mi billetera.
Me acostumbro a las partes que forman el todo y no al todo que forma las partes;
Me acostumbro a algo,
Desacostumbre del todo.
Me acostumbro al pelaje, forma única de camuflarme; Desacostumbrándome de la transparente limpidez;
Me acostumbro al tono vivo de mis acciones;
Me acostumbro a mi magia;
Desacostumbre de tu realidad;
Desacostumbrándome del marcado inerte de tus palabras;
Costumbre de mi amor y no de tu odio.
Costumbre de mi cuerpo, sin tus curvas;
Me acostumbro a mi fortaleza;
Deshabituándome de tu debilidad;
Me acostumbro a mí; tratando de desacostumbrarme de ti.
Texto agregado el 02-10-2004, y leído por 281
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Lectores Opinan
11-03-2007
En ocasiones el exceso es estimulante. Evita que con la moderación se adquiera el mortal efecto de un hábito.*****
monica-escritora-erotica
10-12-2005
La reiteración obsecionada, la certeza y la incertidumbre desbocada en la realidad que reneiga la perdida del ser que se ama. Un abrazo. mariamorena