El día del carnaval llegó; mascaras, comparsas y reinas, desfilaban por la calle principal del pueblo; las bailarinas movían con gran armonía sus faldas al compás de la música de gaitas y tambores, el derroche de alegría, se veía por doquier.
La madre de Samuel se preparaba para ir a la fiesta popular, cuando de pronto, vio a su hijo con una de sus enaguas danzando.
-¡¡ Samuel ¡¡– Gritó su madre. - ¡ Eres un niño, las faldas son para las mujeres ¡. Ese día, Samuel miraba el desfile con su mamá y se imaginaba bailando con una hermosa falda.
Cuando Samuel entró a la escuela, los niños se burlaban de él, por que mostraba un aspecto afeminado. Ese día, la madre de Samuel, al recoger a su hijo, se dio cuenta del rechazo de sus compañeros, ya que nadie se despedía de él. Ella sabía que su hijo era diferente a los demás, y esta diferencia la asustaba un poco. Su padre en cambio, no se enteraba de lo que le ocurría, ya que llegaba muy tarde a su casa por su trabajo.
Tiempo después, la maestra Carmen, les presentó a todos, a un nuevo estudiante; se trataba de Saúl, un niño de 9 años, que vivía ahora en el pueblo.
Saúl observó que en su clase, nadie quería presentar tareas con Samuel, además, él no participaba en actividades recreativas con sus compañeros, tal vez, producto del mismo dolor que le causaban las palabras hirientes de los demás, así que Saúl decidió acercársele. Al principio las risas y burlas a Saúl no se hicieron esperar.
Saúl descubrió que Samuel era un niño muy inteligente, sencillo, con un carisma especial, un amigo verdadero; los dos formaban ahora un gran equipo, eran los mejores de la escuela.
Una tarde, al final de la clase cuando todos salían, Saúl preguntó a su mamá: - Mami, por que lo demás niños no quieren a Samuel.
La madre de Saúl respondió: - Tu amigo Samuel es un gran niño, solo que algo “diferente”. Ser distinto a los demás no es malo, a veces cuesta ser aceptado, pero ser diferentes es lo que nos hace ser especiales en este mundo.
La madre de Samuel, oyó esta conversación y se sintió triste y arrepentida, ya que, en algunas ocasiones, había sentido algo de vergüenza o enojo, por comentarios de la gente hacia Samuel.
Al llegar a casa, le dio un gran abrazo y un beso. Ante todo era su hijo y ella lo quería como era, porque el amor de una madre, es el más sincero de todos los amores. |