A la espera de las dos.
Inquietos los ojos ansiando ser impactados.
Cuando las imágenes desbordan las ganas
corre el ansioso corazón agitado.
La suavidad se acerca de lo íntimo,
grosera, alucinantemente deseable,
escudriñando recuerdos pasados
de belleza tocable.


Y un sugerente cosquilleo pide a gritos
que seas tú quien esté conmigo,
clavada en la dureza de la pasión
regalándome tu húmedo abrigo.
La piel curtida de manos de hombre
se disfrazan de suave lejanía
y con torpe desesperación
corren en busca de la mejoría.


¿Sabes que te hago morir en mi cuerpo
para arrancarte de mi cabeza?
Borrarte de los pensamientos
quemando tu carne en la tibieza.


Y es allí, cuando todo pasa
que te desvaneces,
con un dulce sabor a chocolate
escapas sabrosa y trasparente,
dejando en el aire olor a engaño
un amargo dolor indiferente.


Y luego se precipita tu fantasma
envuelto en bellos velos negros,
pisoteando mis dedos con pies fríos
que se aferran al borde de tu boca
queriendo creer en tu palabra.


¡No puedo escuchar tu voz!
Veo solo la perversa sombra sin forma,
deseosa de dar pequeñas estocadas
al afligido corazón.
Y así perdurar vivo el deleite
alimentándose de la desazón.


Me arrastra en un viaje
al que ya no quiero ir más,
poniendo ante mis ojos
las crudas imágenes de traición.
Algunas ciertas y otras escogidas
para la ocasión.


Me mira y sonríe,
pero solo te veo a ti.
¡Y no puedo más!
Y no puedo más que mojar los recuerdos
con lágrimas secas de sueños frustrados.