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Inicio / Cuenteros Locales / fabiangs7 / La casa de las margaritas

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Eran las dos de la tarde y Abigail se aproximaba al pueblo, miraba el paisaje a través de la ventana de aquel autobús de madera pintado de muchos colores, que transportaba toda clase de paquetes como frutas y animales hasta en el techo. El autobús estaba a rebosar, las sillas fastidiaban. A la primera parada varios abandonaron el vehículo, no por ello se disipó el calor sofocante impregnado en gotas de vaho.

Durante muchos años, Abigail había escrito muchas cartas a su madre, de la que ninguna tuvo respuesta. En su último mensaje decía que en dos meses volvería. Ella recordaba con nostalgia y melancolía, la geografía del pueblo, la bondad de sus gentes, su madre en el calor del hogar, y el antejardín de su casa que era visible desde la calle y que algunos transeúntes intentaban llevarse alguna margarita.

Su esposo se había gastado todos los ahorros apostando en las peleas de gallos, Bernarda nunca le perdonaría ni a él ni a su hija que le hubiesen vendido varias de sus cosas para pagar las deudas, así que decidió no hablarles nunca porque según ella el silencio otorga y meses después utilizó a su nieta para dirigirse a ellos y decirles que se marcharan para siempre de su casa.

Abigail se había divorciado ya algunos años y con el tiempo se convirtió en una mujer de éxito. Lo tenía todo, gozaba de buena salud, exhibía una discreta belleza, tenía su profesión, manejaba los valores financieros con una solvencia inesperada aún para ella misma, pero necesitaba recibir el perdón de su madre, porque perdonar y ser perdonado nos libera.

Abigail caminaba con su hija por la calle principal, ambas sentían latir su corazón muy fuerte. En su última carta había escrito que si en el balcón de la casa no aparecía una maceta con margaritas, significaría que no podría golpear la puerta.

Al voltear la esquina, se encontraba allí la casa; era grande, de dos plantas, tenía una puerta en el centro en forma de arco, las paredes pintadas en blanco, el techo de tejas rojas de barro, y en los balcones al igual que en las ventanas con rejas torneadas artísticamente, centenares de macetas con margaritas que agitaba el viento.

Texto agregado el 06-07-2020, y leído por 87 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
07-07-2020 Qué bueno! MujerDiosa
06-07-2020 Menos mal, tuvo una oportunidad. jaeltete
 
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