Leo un texto incomprensible. No es mi idioma, no corresponde a ningún lenguaje conocido; se por alguna razón que se trata de una lengua muerta, pero ahí está el voluminoso ejemplar. Lo miro observo sus signos, que parecen jeroglíficos, figuras aleatorias o partes de un mecanismo. Los observo lentamente y de a poco comienzo a entenderlos, puedo leerlos, pero me equivoco, ellos se internan en mí, se hacen comprensibles, se hacen escuchar, me cuentan lo que son, lo que hacen, lo que pretenden. Los signos se transforman en mi lenguaje en mi forma de ser. Creo que los conozco desde siempre. Son figuras, formas seres, tienen vida, resuenan con un leve silbido, ínfimo, acuchillante pero me dan vida.
Edgar Brizuela Zuleta |