Cae la tarde mustia
sobre los tejados,
el ocaso incierto
o la noche ambigua
intercambian velos
en silente juego,
focos que iluminan
rectángulos dorados,
noche que ennegrece
las ilusiones diurnas,
el día se diluye oblicuo
por el poniente difuso,
reverberancias lejanas,
pestañea Aldebarán,
fiero ladra el boxer
su curiosidad amorfa,
en algún dintel remoto
lía recuerdos un hombre
amores ya difuminados,
hay tinieblas en su mente.
Cerrado ya el acuerdo,
la luz entregó su cetro
reina la noche sombría,
regresan a sus hogares
obreros y soñadores
en sus distintas tareas,
dibujáronse su huellas
de utopías y de oficios,
rostros, telares, buriles
manos fraguando destinos
al compás ciego de relojes
de rutinas y mandatos,
máquina, alma y concepto,
turnos, horas y silencio.
Transitan la noche y la tregua
veredas adormecidas,
la aurora sacudirá las sábanas,
un gallo quebrará su canto
anunciará la nueva jornada,
la noche es un manto espeso,
un equinoccio de las sombras,
sobre las lumbres difusas,
en algún tejado de plata
los gatos tejen utopías.
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