Fines de Octubre de 2014. Mientras el mundo deportivo concentraba su atención en las semifinales de la Copa Sudamericana, donde se iba a revivir una nueva edición de River vs Boca, el clásico de los clásicos, ocurrió lo que voy a relataros a continuación.
El basquetbolista Carlos Matías Sandes jugaba a la sazón en Boca, en aquella temporada de la Liga Nacional de Basquet, y un día lunes, tras un intenso entrenamiento, regresó a su hogar, donde lo esperaban su esposa Maru y sus hijos. Grande fue su sorpresa al entrar a su casa, y ver el living comedor repleto de paquetes de productos cosméticos. Parecía un depósito.
- ¿Qué es esto, Maru? – pregunto Carlos Matías.
- Mati, son productos de la Cosmética Helvética, muy caros, me voy a dedicar a esto, tengo que hacer una gran reunión, para poder venderlos, pienso invitar a mucha gente, todas mujeres eso sí, porque son productos exclusivos para mujeres.
- ¿Cuándo y donde?
- Esta semana jugas martes y viernes, por la Liga Nacional, o sea que haremos la reunión el sábado, tendremos que alquilar una casa, no se si va a entrar toda la gente.
- ¿A tantas minas vas a invitar?
- Sí, serán muchas, ya tengo una lista, voy a mandar whatsapp, y mail, la convocatoria será importante, quiero como mínimo veinte mujeres.
- El sábado es Halloween.
- Sí, por eso, los chicos van a ir a festejarlo con los compañeros del colegio, o sea que tenemos toda la tarde libre para nosotros.
A Carlos Matías al principio la idea de aquel evento no le gustó, quería el sábado para descansar, pero rápidamente se le despertó su instinto quesón, de asesino de mujeres, y pensó que aquella reunión podría ser una buena oportunidad para sumar más víctimas a su cada vez más numerosa lista de víctimas.
Esa misma noche, Maru lo estaba esperando en la cama a Carlos Matías…
- Dale Mati, quiero oler esos pies, cada vez están más grandes y olorosos, los pies de ese Quesón, ja, ja.
- Dale, juguemos con mis pies y despues tengamos sexo, pero esta noche decime Carlos, es mi primer nombre.
- Como no, señor Carlos, mi hermoso Quesón.
Los chicos ya estaban durmiendo, y el basquetbolista extendió sus pies sobre el rostro de su esposa, pies talle 52, Maru empezó a olerlos, besarlos, chuparlos, lamerlos, con furia, con mucho salvajismo, algo poco acorde para ella, siempre suave y tierna en estas cosas, pero esa noche estaba desenfrenada. Carlos Matías se tiró a la cama con sus 2,02 metros de altura, y penetró con mucha furia a su esposa, que esa noche disfrutó como nunca.
- Nunca estuviste mejor Matías, pareces un rinoceronte en celo.
- Te dije que esta noche me dijeras Carlos. Carlos, no Carlitos, ni Charly, Carlos. CAAAARRRRLOOOOSSSSSS.
- Bien, ja, ja, CAAAARRRRLOOOOSSSSSS, que buen sexo que hemos tenido.
Maru estaba plena de gozo y satisfacción, tanto que no se dio cuenta que su esposo se puso los guantes negros, agarró un machete, el que usaba para asesinar a sus víctimas, y comenzó a acercarse sigilosamente a su esposa. Esta se dio vuelta en la cama, deseando dormir, despues de una noche de sexo más que alocada y repleta de satisfacción. Carlos Matías levantó el machete parecía dispuesto a ejecutar un golpe mortal contra su esposa cuando…
¡Se abrió la puerta! Eran los chicos, que entraron corriendo a la habitación, liderados por la más grande de los tres, que decía: “Viene el monstruo, tenemos miedo”. Maru les dijo a los chicos:
- Chicos, tranquilos, venga a dormir con mamá.
Maru le hizo un gesto a Carlos Matías, como que tenía que ir a dormir a otro lado. Carlos Matías escondió rápidamente el machete, y salió de la habitación, espantado y aterrorizado de sí mismo, solo, en la otra habitación, mirándose al espejo, se dijo:
- ¡Qué locura¡ ¡Estuve a punto de asesinar a mi mujer, a la madre de mis hijos, a la mujer que amo! ¡Tengo que contenerme! ¡Soy un Quesón pero no puedo cometer una locura semejante! ¡Tengo cientos, miles de mujeres, a las que asesinar, pero a ella no!
Pasó la noche, y Carlos Matías notó a su mujer muy contenta el día siguiente, con gestos sexys, se nota que había quedado muy feliz aquella noche, ni se imaginó que estuvo a punto de ser asesinada, mientras tanto, fue pasando la semana, el basquetbolista jugó los juegos que tenía, y llegó el sábado, el día del mega evento de los cosméticos.
Un primo de Maru, de viaje en el Uruguay, ese fin de semana, les prestó la casa para hacer el evento, y los pibes fueron a festejar Halloween. Como un varón domado, esclavo de un matriarcado, Carlos Matías se mostró como un simple esclavo de su mujer, ayudando en el evento.
- Deberíamos decorar la casa con motivos de Halloween – dijo Carlos Matías.
- Buena idea, compralos y hacelo, Mati – le dijo Maru.
El basquetbolista obedeció a su mujer y regresó con decoraciones y souvenirs de Halloween, solo que en lugar de calabazas, típicas de Halloween, lo que llevó eran Quesos, adornando todo con eso, llego también con un sombrero, un gorro en forma de Queso, sobre una cabeza.
- ¿Y ese gorro, Mati?
- Soy un Quesón, ja, ja, hagamoslo otra vez, antes de que lleguen las invitadas.
- No es momento, Mati.
- Es que son esos momentos en que dejó de ser Matías y me convierto en Carlos, como un rinoceronte en celo.
- No me puedo resistir, Carlos.
Y otra vez lo mismo, Maru olió, beso, lamió y chupó los pies de su marido, que olían asquerosamente a Queso, y despues cogieron en forma salvaje e intensa, al terminar, Maru quedó exhausta pero contenta, mientras otra vez Carlos Matías, movido por su instinto, agarró el machete con sus manos, pero se contuvo, esta vez sin inconvenientes. Levantó el machete y partió una horma de Queso en dos.
Una media hora despues, ya repuestos de aquel sexo, llegaron las invitadas, eran todas mujeres bellas, entre veintiún y cuarenta y dos años, muy bien vestidas, podrían haber integrado un casting de modelos.
- ¡Qué buenas minas! – pensó Carlos Matías mientras las veía.
- El es Matías, mi marido – les presentó Maru a sus invitadas.
- Carlos Matías, o simplemente Carlos, para estas bellas damas – dijo el basquetbolista.
Todas la saludaron con mucho afecto, aunque casi todas, se dieron cuenta del apestoso olor a Queso que tenía.
- Huele a Queso, es un Queso, y los pies gigantes que tiene – le murmuró una a otra.
- Impresionante – fue la respuesta de la mujer.
Las invitadas se sentaron mientras Maru les explicó las bondades de los productos, las invitadas estaban muy interesadas en comprarlos, Carlos Matías esperaba en otro cuarto, mientras comía un Queso, esperando su momento, y despues de algunos minutos, se cortó la luz.
- ¡Esta mierda de Edesur! – exclamó Maru - ¡Matías!
- ¿Qué pasa? – le dijo Carlos Matías a su esposa.
- Por favor trae candelabros y velas, esperan sentadas, hermosas invitadas.
Maru se acercó a su esposo, pero este le puso un paño en la boca y la nariz, y la durmió con un narcótico. Maru se quedó totalmente desvanecida, mientras Carlos Matías con sus guantes negros salió al encuentro de las invitadas.
- ¡Estimadas amigas! Mi esposa ahora vuelve, con las velas y los candelabros, las invitó a una copa, mientras tanto.
Todas tomaron las copas, algunas la copa entera, otras apenas un sorbo, pero todas tragaron la cantidad suficiente para que quedaran dormidas, el efecto no duro mucho, pero sí lo suficiente para que el basquetbolista atara a las veinte, a cada una a una silla. Comenzaron a regresar en sí, cuando volvió la luz y las invitadas se encontraron que no podían moverse, ninguna.
Carlos Matías agarró dos machetes, uno en cada mano, se puso una gran máscara de Queso sobre su cara, como esas calabazas que se usan en Halloween, pero no era una calabaza, era un Queso. Disfrazado así, de Queso, Carlos Matías, salió al encuentro de las veinte - ¡Veinte! – mujeres invitadas y maniatadas.
- ¡Soy el Quesón! ¡Soy Carlos Matías Sandes, Basquetbolista, Quesón y Asesino! ¡Las voy a asesinar a todas! ¡Ninguna quedará viva!
Como si estuviera tirando dobles o triples en un partido de básquet, más las famosas “fajas” de Sandes, célebres en los partidos de básquet, Carlos fue agarrando los Quesos, que reemplazaban a las calabazas, y los fue tirando sobre a las veinte mujeres, la precisión era notable, sobre cada mujer caía un Queso, todas gritaban horrorizadas, ninguna podía moverse, Carlos Matías con los machetes, fue pasando por encima de ellas, a todas les daba un feroz machetazo en el cuello, en algunas las heridas fueron superficiales, en otras fueron muy profundas, despues fue pasando para darles un segundo machetazo, siempre un machete con la mano derecha, otro con la mano izquierda, el segundo machetazo, una herida brutal sobre el pecho, en el medio de las tetas, llegó el tercer machetazo, una herida brutal sobre la espalda, feroz, sanguinaria, precisa, un cuarto machetazo, otra vez en el cuello, ahora fue pasando una por una, cortándoles la cabeza, a todas, una por una, así concluyó su sangrienta tarea. Veinte mujeres habían sido asesinadas, decapitadas, la furia criminal de Carlos Matías Sandes era impresionante.
- Queso, Queso, Queso, Queso, Queso, Queso, Queso, Queso, Queso, Queso, Queso, Queso, Queso, Queso, Queso, Queso, Queso, Queso, Queso, Queso – fue diciendo en voz alta Carlos Matías Sandes mientras tiraba un Queso sobre el cadáver de cada una de sus víctimas.
El basquetbolista se dio por satisfecho, había cometido una obra de arte del crimen, pero había que limpiar la escena del crimen, era la casa del primo de Maru, y estamos en 2014, no existían las Santillanas. Los incidentes de la Isla Nublar,
Ningún problema, Carlos Matías se acercó a Maru, y le aplicó una nueva dosis de narcótico, para que su esposa siguiera durmiendo, y con mucha paciencia, fue limpiando la escena del crimen, envolviendo cada cadáver, con gran detenimiento, los cadáveres decapitados en una bolsa, las cabezas decapitadas, con los Quesos, en otra, y fue tirando todo en un container. Una leyenda urbana dicen que un extraño camión, con tres mujeres nazis, que se hacían llamar Schumacher, Breitner y Rummenigge, se llevaron aquel container.
Despues de cinco horas, el tiempo que hubiera llevado un viaje a Mar del Plata, Maru Sandes se despertó, y vio a su marido ante ella:
- ¡Matías! ¿Y las invitadas? ¿Y los productos?
- Eran unas hijas de puta, cuando se cortó la luz, se fueron y no compraron nada.
- ¡Oh, no! ¡Invertí una fortuna en esto!
- ¡Y quintuplicaste la inversión, Maru! ¡La Fundación Charlotte Corday compro todo! ¡Y va a querer más envíos! ¡Como un partido de básquet, que vas perdiendo por veinte, y de repente, metes siete triples seguidos, y justo ahí suena la chicharra final!
- ¡Qué grande Mati!
- Decime Carlos, y hagamoslo de nuevo, Maru.
Y otra vez Maru disfrutó de los pies de Carlos, y despues tuvo sexo, con mucha furia, me contó el propio basquetbolista que otra vez agarró un machete en sus manos, pero pensó en las veinte mujeres que había asesinado aquel día, y se dio por satisfecho, Maru, una vez más, se salvó de ser quesoneada, quizás definitivamente, la mujer del basquetbolista no se dio cuenta, que en forma inocente e involuntaria, siguió organizando esos eventos, proveyendo víctimas a su asesino esposo, ganando fortunas con los cheques que le daba la Charlotte Corday.
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