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Delincuente no era, mas la susceptibilidad de algunas palabras y sus intrincadas definiciones la colocaban en el filo de dicha profesión. Claro, pertenecía a una banda, un grupo heterogéneo de seres que realizaban sus acciones en horarios diversos. No se caracterizaban por reñir ni por envanecerse entre ellas, ni siquiera surgía el hilo de un diálogo conducente a amenizar sus tareas. Sólo actuaban, casi siempre a mansalva y en despoblado. A menudo, nuestra heroína era comisionada para investigar el lugar que sería saqueado y ella, caminando de manera subrepticia, iba recordando los obstáculos y debilidades que harían más accesible la acción. Aquella rutina se replicó en una cantidad de tiempo difícil de precisar y cada una actuaba sin siquiera cuestionárselo. Pero ella terminó por hastiarse de tan rutinaria labor, algo en las circunvoluciones de su cerebro se dibujó lacerante como un punto que quiebre, quizás un incipiente germen de moralidad que desde un tiempo a esta parte comenzó a gestarse para acabar transformándose en decisión.
Y un día que todavía no despuntaba con su epifanía de rumores nacientes, ella tomó su breve hatijo de pertenencias y se marchó ufana.
En su vida independiente, supo de peligros enormes, esos mismos que en el grupo parecían intrascendentes y que ahora la aterraban. Pero no cejó en su empeño y esta vez se bastó a si misma con lo que garrapiñaba en sus incursiones. Pudo procurarse un lugar para descansar y allí rememoraba su antigua vida, algo de nostalgia oscureció su mirada al recordar a sus compañeras pero eso no fue un obstáculo para proseguir actuando solitaria, de manera prolija, a veces temeraria y por lo general, fructífera. Y poco a poco alargó el curso de sus acciones y se atrevió a cruzar la gran ciudad, bullanguera, repleta de gente variopinta y sembrada de grandes edificios que parecían prolongarse mucho más allá de las nubes. Y se envalentonó y se internó en esas enormes cavernas, se introdujo en algo que la transportó a las alturas, cuidando de poner distancia entre ella y esa gente que parecía tan pero tan nerviosa. El aparato se detuvo de pronto y toda esa masa humana descendió y se encaminó por los pasillos con paso resuelto. Ella la siguió curiosa, deseosa de experimentar nuevas sensaciones.
El gentío aquel ingresó a una sala repleta de sillas y allí se acomodó de acuerdo a un orden establecido. Ella sólo continuó resuelta y ajena ya a la muchedumbre que murmuraba asuntos inenteligibles. Nuestra heroína encontró un lugar que le pareció más entretenido y desde donde podía contemplar la escena sin ser vista.
Un hombre de aspecto severo ocupó la testera y se inició un extraño intercambio de palabras, algo que duró demasiado para el gusto de ella, que un tanto aburrida, se paseaba oronda y oculta a la vista de los demás. Después de sucesivas conversaciones, todo se aquietó y el hombre severo tragó saliva un poco antes de pronunciar con voz severa una especie de discurso. Nuestra heroína alcanzó a atisbar el peligro por una repentina corriente de aire que la congeló: un martillo enorme se elevó sobre su humanidad y en el momento preciso que éste se precipitaba veloz, ella alcanzó a escabullirse antes que todo el peso de la ley cayera sobre ella y confirmara lo que siempre negó: que no era una delincuente. Y la hormiguita, como ya lo habrán supuesto, abandonó aquella sala del Juzgado y decidió regresar a su cueva para no salir de ella por varios días.












Texto agregado el 27-06-2020, y leído por 172 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
30-06-2020 La magia de toda narración, creo, está en la incertidumbre final. El lector se debería quedar pensando después de haber leído la última oración. Y tu cuento tiene exactamente eso. Yo mismo sentí pena por esa indefensa hormiguita pero al mismo tiempo por todos nosotros, seres humanos a veces demasiado pequeñitos. Abrazo amigo. Vaya_vaya_las_palabras
28-06-2020 La historia de la hormiga es interesante, un buen argumento, aunque la trama pudo estar mejor. El autor no logró que el lector entendiera quién era en realidad la heroína, solo al final lo dice, que era una hormiga; pero, aún cuando lo devela, el lector sigue pensando que es una persona. Espero que los comentarios aquí escritos ayuden a mejorar la trama. Por cierto, bien redactado. Saludos cordiales. Enrique_Orellana
27-06-2020 Muy interesante. jaeltete
27-06-2020 —Pienso que el delincuente, aunque frío y calculador, en cada fechoría que planea o comete siempre va sintiendo que sobre su cabeza pende amenazante el martillo de la ley. —Saludos vicenterreramarquez
27-06-2020 Un "delicuento" muy interesante. ELISATAB
 
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