Lucy trabajaba en la casa de una mujer lavando ropa. Lavaba de todo, luego pasaba una plancha muy caliente y los trajes quedaban blanquísimos e impresionantemente bien planchados, como nuevos. Lucy era la hermana mayor de 2 hermanos, vivía en un entorno social muy humilde. Era una muchacha bonita, blanca y de ojos claros, a sus 15 años sostenía a su familia, los estudios de sus hermanos, la ropa y medicinas de su madre.
Una mañana fresca y luminosa, donde lucía radiante el cielo azul, los dueños de la casa donde trabajaba, recibieron una gran visita. Lucy tenía que hacer tantos quehaceres que se encontraba muy preocupada, porque había faltado mucho a su escuela, ese día tenía un examen y no podía faltar; pero se le había hecho muy tarde.
Lucy trató de llegar y tomó un atajo. Corrió hacia el terreno donde estaban los sembrados de frutas, y los sembradíos de hortalizas hasta que llegó a un pozo abandonado que tenía una estatua vieja y sucia de la virgen de aquel pueblo. Lucy se sentó a descansar y observó aquel pozo profundo, en él había multitud de peces de colores.
En el fondo brillaban con el sol infinidad de puntos; eran monedas, pero para Lucy eran sueños por realizar. Sacó una moneda del bolsillo, dio la espalda al pozo, cerró los ojos y mentalmente pidió a la virgen que ocurriera cualquier cosa con tal que no hubiese clases. Tiró la moneda, luego se oyó el ruido de algo que cae, y salió a correr. Al rato, observó que todos los de su escuela con muchas otras personas, celebraban la visita del arzobispo que había venido de improvisto, era la primera vez que llegaba al pueblo.
Al siguiente día, Lucy pidió a la virgen por la mejoría de su madre, que estaba enferma hacía dos años de sus ojos, así que volvió arrojar una moneda, luego la madre de Lucy se recuperó milagrosamente. La noticia que la virgen cumplía los deseos, se esparció con gran rapidez.
La gran mayoría al principio se acercaban a tirar monedas. La maestra Carmen les decía que desear era perder el tiempo, ya que hay que entrar en la acción cuanto antes, pero algunos hicieron caso omiso. El cura Eliseo ante la imposibilidad de explicar los fenómenos de los milagros dijo que aceptar esas cosas era cuestión de fe.
Deseaban no desear nada, deseaban sabiduría, deseaban la felicidad, deseaban sueños que se hiciesen realidad. Algunos desistieron y renegaron el milagro, pero tal vez era porque deseaban felicidades demasiados grandes, y para hacer feliz a un hombre, no hay que añadirle bienes, sino restarle deseos. El alcalde ante la petición de algunas personas, prohibió ir hacia el pozo de la virgen, pero lo prohibido despierta el deseo, así que los feligreses insistieron. Los devotos de la Virgen lograron que se propagara no solo la devoción sino la Caridad, ellos ofrecían algo dulce si los pedidos eran relacionados con el amor y los afectos y una monedita, si los deseos eran de cosas materiales.
Lucy observaba desde su casa, la procesión nocturna iluminada por grandes hogueras, que rendía culto a la Virgen patrona del lugar, “La Virgen del Encanto”. La madre de Lucy dijo: -Uno de los encantos de la vida es que esta se compone de deseos que, aunque no creamos, se cumplen muchos. |