Uno de estos días desapareció Rosita. Con ella se fueron sus recuerdos, sus costumbres, esas huellas suyas machacadas en el día a día de su sencilla rutina. Después fue don Roberto y su paso cansino, la señora de la esquina y otros que vivían un poco más lejos. Historias y personas que cambiaron bruscamente el paisaje cotidiano y que ahora son barrios desdentados mostrando sus oquedades negras, seres que amaron y fueron amados, gente que en los días soleados se juntaba en corrillos para intercambiar achaques, risas, noticias, asuntos sencillos que se confundían con el tierral, el pregón de los vendedores callejeros y el ladrido de los perros. A estos seres se los llevó su propia mala suerte o el afán innato de proseguir con sus rutinas sin imaginar que un asesino serial invisible aguardaba detrás de los vidrios de sus viviendas. Hoy, ellos y otros se traducen en una cantidad inimaginada de seres que se van acumulando en abultadas planillas, nombres que se desdibujan para transformarse en los números de la tragedia. Mientras, la vida prosigue y tras la paletada y sin ningún sentido del duelo, o acaso por lo mismo, ya son muchas las voces que se suman para rogar que algún científico encuentre por fin la amalgama exacta que se transformará en la panacea que hará poivo a este enemigo inusitado. Tras ello, esperan abandonar desalados sus refugios, quitarse por fin esas mascarillas-escudo que les ocultaban sus identidades para lanzar besos al aire, saltar y atrapar con sus dedos hambrientos esa atmósfera invisible tanto tiempo negada. Bailarán de sol a sol en este nuevo retorno a la vida para que el astro rey los ametralle con su fuego sideral, para que el mundo se desperece y retome sus consabidas rutinas, con el regreso ufano a las faenas que amustian la semilla de los campos y oscurecen los cielos. Y cuando los fines de semana sean los de la epifanía triunfal de las celebraciones hasta la madrugada y los bailes se repliquen de local en local y de cantina en cantina, apisonando ciega y brutalmente los restos de tantas y tantas sepulturas, regresaremos a las bases exactas de lo que en esencia somos.
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