Hace mucho tiempo de aquel examen y, sin embargo, uno no ha llegado a conclusiones divergentes. Demostración científica-según un sociólogo francés-de la carencia de cerebro. Sin embargo, uno, en sus ensoñaciones, ha empezado a ver el envés de las cosas. Y creado nuevas categorías frente a la tradicional separación entre las derechas y las izquierdas. Así, por ejemplo, ha descubierto un cierto matiz conservador entre quienes se proclaman anarquistas. Claro que también ha visto la existencia y subsistencia obvia y manifiesta de grandes hipocresías dentro de la derecha.
Para el libertario auténtico y tradicional sobran las palabras. En tiempos sustituidas por bombas. Y ahí radica el conservadurismo, pues el de "salón" que ha quedado se lo pasan por el forro. Sólo nos queda la enseñanza, por tanto; que son las nuevas bombas de lo que resulta obvio: que no necesitamos élites que nos hagan entroncar con aquello tan sagrado de los pareceres de los antepasados muertos: gran palanca del mundo, junto con la de la culpa por el hombre "egregio" también muerto.
Y es que nos bombardean tanto con ideas nocivas que casi hay que pedir permiso para poder seguir con nuestra existencia.
El otro día, por ejemplo, me acerco a una señora que estaba sentada en un banco de un parque, con idea de darle conversación y flirtear, si se terciaba, un poco con ella. Pero para nada de agobios y respetando la distancia de seguridad de los tiempos modernos. Pues bien, al poco tiempo estaban los municipales haciéndome preguntas. Si no les saco el carnet del cineclub de mi barrio no me dejan en paz. No llevaba otra cosa; siendo lo único que me acreditaba. Al parecer a uno le gustaba también Bergman y congeniamos rápidamente. Pero, imaginen, que uno no hubiera dado con alguien de la misma cuerda.
Es que ya no nos podemos dirigir la palabra unos a otros en un parque- pregunto.
Se me dirá que no, que hay que hacerlo en una macro discoteca enharinado hasta arriba, de ser que no conozcas a Bergman.
Quién me iba a decir a mí-tras aquel examen de la primera juventud, en que uno se proclamaba partidario de los cambios como fuerza progresiva- que no era ésto, que lo sustancial para salir de líos era dar con municipales duchos en cine sueco y conocedores de Bergman. |