La actriz Carina Zampini es recordada principalmente por su papel de “Carla Lucero”, en la telenovela “Mujercitas” a mediados de los 90. Con apenas veinte años, Zampini interpretaba a esa malvada mujer, una villana siniestra, que además era una sanguinaria y cruel asesina, con decenas de crímenes cometidos a lo largo de la novela. El personaje tuvo tanto éxito que la actriz lo volvió a interpretar en la novela “Ricos y Famosos”.
Su personaje era de tal magnitud, que la propia Zampini solía decir que la gente la insultaba por la calle y le recriminaba por los crímenes, fechorías, maldades y asesinatos de Carla Lucero, no pudiendo separar el concepto de que “personajes no son personas”.
Obviamente, Zampini realizó numerosos papeles tras ese, pero aún veinte años después se la sigue recordando por haber sido Carla Lucero. Eso ocurrió en diciembre de 2015, cuando transcurre este relato, Carina fue a pasar unos días de descanso a un lujoso hotel cercano a la ciudad de San Carlos de Bariloche.
Se estaba registrando en el hotel, estaba realizando el check in, cuando escuchó una voz femenina con acento tono alemán, detrás suyo, dijo:
- Carina Zampini, con “C” de Carla, como Carla Lucero, esa cruel, sanguinaria e implacable asesina, una Quesona cuando ese término aún no existía.
Carina se dio vuelta y vio detrás de ella, a una mujer rubia, que tenía todo el aspecto de ser una alemana, una nazi, de las SS, hasta parecía tener un uniforme similar al que vestían las nazis en las nefastas épocas del III Reich y de la Segunda Guerra Mundial.
- ¿Quién es usted? – preguntó con cierto fastidio la actriz.
- Mein Name ist Astrid Breitner – dijo la alemana, en alemán, como suena parecido al inglés “my name is”, Carina entendió lo que dijo la alemana, que ahora empezó a hablar en español para ser entendida – como me gustaba ese personaje que hacías.
Astrid se acercó a Zampini y le tocó la cintura, y no solo eso, fue aún más, y extendió toda su caricia desde la cintura, hasta toquetearle los pechos, la actriz se sintió intimidada, y reaccionó con cierto furia, molesta, dándole un cachetazo delante de todos, mientras los empleados y pasajeros del hotel contemplaban la escena.
- ¡La voy a denunciar por acoso, Frau Breitner! ¡Por favor no me moleste!
La alemana se quedó callada, se masticó la humillación pública, y prefirió dirigirse a su habitación. Zampini, muy molesta, le dijo al conserje:
- Me voy a ir de este hotel, despues de este incidente, no puedo quedarme ni un minuto más aca.
- No, por favor – dijo el conserje – le bonificaremos la estadía en un 50%.
- Siendo así, me quedaré – dijo la actriz.
Entonces Zampini se dirigió a su habitación. Justo cuando tomaba el ascensor, llegó al hotel un equipo de Basquet, Gimnasia y Esgrima de Comodoro Rivadavia, también llamado Gimnasia Indalo en aquellos días, equipo de la Liga Nacional, y entre cuyos integrantes estaban Carlos Matías Sandes y Carlos Leonel Schattmann.
El olor a Queso que invadió el hotel, producto de la fragancia y aroma que emanaban de los pies de Sandes y Schattmann, era de tal magnitud, que todas las integrantes de un contingente de ancianas se desmayaron. Uno medía 2,02 metros y calzaba 52 (Sandes), el otro medía 1,94, y calzaba 49 (Schattmann). Los demás integrantes del equipo, todos No-Carlos y por ende, muggles, también eran altos y patones, pero no tenían ninguna fragancia en particular. Estaban tan acostumbrados a los olores de los dos Carlos, que ya no lo olían.
Mientras tanto, Zampini entró a su habitación, acomodó el equipaje, se aseó un poco y pensaba dar un paseo por Bariloche, pero primero iba a dormir una siesta, y eso fue lo que hizo. Cuando despertó, se fijó la hora: eran las siete de la noche.
- ¡Maldita sea! ¡No debía acostarme a dormir! ¡Perdí toda la tarde! ¡Ya es muy tarde!
- Nunca es tarde cuando la dicha es buena – le contestó una voz alemana, dentro de la habitación.
- ¡Usted, otra vez! ¿Cómo hizo para entrar? – dijo Carina, al ver frente a ella a la alemana, a Astrid Breitner.
- Como los alemanes invadimos Polonia, ahora yo entre a tu habitación, mein Dame.
- La voy a denunciar. Terminará presa.
- No creo, me has gustado, siempre quise tener sexo con Carla Lucero, no voy a perder la oportunidad, no te podrás escapar, y no terminaré presa, porque yo soy la directora de una cárcel de mujeres, liebes Mädchen, la Charlotte Corday, en la Provincia de Corrientes. Charlotte, Carla, todo con la “C” de Carina, serás mía, Carina.
- ¡Noooooooooooooooooo! – gritó Carina.
- Estas en Bariloche, aquí vivió nuestro Führer, después de la guerra, ja, ja, no tienes escapatoria – dijo Astrid, mientras hacía un streap tease delante de la actriz.
A pesar de los gritos de Carina, que nadie escuchó, nada ni nadie pudo impedir lo que vino después, una violación lésbica, Astrid, desnuda, se puso sobre la cama, y la sujetó con sus piernas, acercó sus pechos a los de la actriz, y se los frotó con fuerza, le chupo, acarició, frotó, lamió y besó los senos, las tetas, la concha, el culo, con golpes incluídos, todo con una furia, se notaba que la alemana tenía mucha experiencia en el tema, le mordió los senos, le mordió las tetas, y así todo, y cada tanto, alternaba las caricias con feroces golpes y patadas. Quizás la cosa no se prolongó por mucho tiempo, pero a Carina todo aquello le pareció que duró siglos. Para torturarla aún más, durante todo el tiempo, sonó una música, con marchas nazis y discursos de Hitler, lo que le dio al lugar una atmosfera aún más siniestra.
- Du hast mich sehr glücklich gemacht, sehr glücklich, wir werden uns sicher wiedersehen, schönes Mädchen, jetzt werde ich im Casino spielen, ha ha ha – le dijo Astrid en su idioma natal, todo eso significa “Me has hecho muy feliz, muy feliz, seguramente volveremos a vernos, hermosa niña, ahora voy a jugar al casino, ja, ja, ja”.
Astrid se fue, pero antes de irse, envolvió a Zampini en una bandera nazi, la actriz permaneció ahí, gimiendo, sollozando y llorando, finalmente se quedó dormida, sintiéndose derrotada y humillada. Finalmente, un nuevo día llegó, y Zampini, se miró al espejo y dijo:
- Debo ser como Carla Lucero, esa alemana me va a pagar este abuso. La mataré. No tengo alternativa.
Con nuevas fuerzas, Carina bajó a desayunar, allí estaba el contingente de ancianas, que la reconoció y le hizo recordar el papel de Carla Lucero.
- Carla Lucero volverá, estimadas señoras.
- Era una gran asesina – dijo una de las ancianas, con acento rumano, y a la que sus compañeras del contingente llamaba “Dumitrescu” (la anciana lucía una camiseta de la selección rumana de fútbol, la de Georghe Hagi en USA 94) – pero a veces mataba mujeres, eso no estaba bien, por eso no era una Quesona, no tiraba Quesos, y mataba mujeres, un error imperdonable.
- Yo la verdad, nunca ví la novela, no se si asesinaba mujeres u hombres, o las dos cosas, ja, ja – dijo otra anciana, parecida a Leia, y a la que llamaban Stoichkov, y que precisamente lucía la camisera de la selección búlgara de futbol, la de Hristo Stoichkov, en USA 94.
Las ancianas se fueron pero dejaron pensativa a Carla Lucero, perdón a Carina Zampini, y pensó: “debo obrar con cuidado, estas viejas me reconocieron, no debo asesinar a la alemana con mis manos, lamentablemente, deberé contratar a un asesino a sueldo, no tengo alternativa”.
Justo en ese momento en el lugar del desayuno, entró el equipo de básquet que ya hemos mencionado, y dos de sus integrantes, Carlos Sandes y Carlos Schattmann, se acercaron a una mesa donde había una enorme horma de Queso Emmenthal, la cortaron en dos mitades, y uno se sirvió una mitad, y el otro la otra. Zampini observó a los dos Carlos, asombrada, por partida doble, por el hecho de que estuvieran comiendo semejante Queso, que se lo devoraran en pocos minutos, y por el olor que emanaban de sus pies, tanto que por momentos casi se desmaya.
- Qué olor a Queso que tienen esos dos patones, es impresionante – murmuró Zampini.
- Se comenta mucho sobre ellos – dijo la rumana, Dumitrescu, que súbitamente apareció detrás de Zampini.
- ¿No se habían ido ustedes?
- Ahora nos iremos a recorrer el Bariloche Nazi, dicen que estuvo acá. Yo luché contra el nazismo en mi Rumania natal. Después a mi país lo invadieron los rusos. Y encima no clasificamos a un Mundial desde Francia 1998. Peor imposible, pero los eliminamos a ustedes en USA 94, ja, ja, ja, cuando al Diego le cortaron las piernas.
- ¿Cuántos años tiene? – dijo asombrada Zampini.
- Eso no importa niña.
Justo en ese momento, cuando ya se habían devorado el Queso entero, Sandes y Schattmann pusieron los pies descalzos sobre la mesa, y casi todo el salón se desmayo, ante el olor a Queso que tenían.
- Es impresionante, son como dos Quesos con forma de hombre – dijo Carina.
- Es que lo son, niña, y lo que te voy a decir es un secreto, son asesinos, Quesones Asesinos, ellos asesinaron a Wanda Nara, recuerda ese crimen, la decapitaron, fue un asesinato muy famoso.
- Sí, claro, como olvidarlo, ¿estos son los asesinos de Wanda Nara?
- Sí, Carlos Matías Sandes y Carlos Leonel Schattmann, así se llaman – dijo la rumana, que justo en ese momento, se dio vuelta y se fue junto al contingente a recorrer el “Bariloche Nazi”.
Carina Zampini se acercó entonces a la mesa donde estaban Sandes y Schattmann. Justo en ese momento, quedaron los tres solos en el salón, las ancianas se fueron a la excursión, lo demás basquetbolistas al entrenamiento, los empleados del hotel estaban en otra. No fue fácil acercarse, pues el olor a Queso era realmente apestante, Zampini casi se desmaya, pero llegó a estar frente a los basquetbolistas.
- ¡Qué olor a Queso que tienen, muchachos! – dijo Zampini adoptando el rol de Lucero.
- Es que somos Quesones, nena – dijo Schattmann.
- ¿Querés oler nuestros pies? – le dijo Sandes – dale aprovecha.
Zampini se sintió como atraída por un impulso que no pudo frenar, y se puso en la mesa, comenzando a oler, chupar, lamer y besar los pies de los dos basquetbolistas, primero el pie izquierdo de Carlos Matías Sandes, despues el derecho de Carlos Leonel Schattmann, despues el derecho de Sandes y por último el izquierdo de Schattmann. Se sintió como poseída, como envuelta en un éxtasis. Todo el sufrimiento que había sentido con la alemana, se convertía ahora en placer.
- ¿Qué nos querías decir? – le dijo Sandes a Carina.
- Ay, ya casi lo había olvidado, como disfruté esto – dijo Carina – alguien me dijo que ustedes asesinaron a Wanda Nara.
- ¿Nosotros los asesinos de Wanda Nara? – dijo Carlos Leonel Schattmann.
- ¿Porqué nos acusas de algo así? – dijo Carlos Matías Sandes.
- Es que estoy dispuesta a pagarles lo que sea por un asesinato, quiere que asesinen a una alemana, que ayer me sometió a una violación, debo vengarme, me humilló.
- ¿Alemana? ¿Violación? – dijo Schattmann.
- Sí, una violación lésbica – dijo Zampini.
- Yo creo que nosotros dos no necesitamos violarte – dijo Sandes – creo que despues de haber jugado con nuestros pies, seguramente querrás que te demos más placer.
- ¡Ay, sí! – dijo Carina – solo algo así me va permitir superar lo que paso anoche.
- La alemana morirá, quédate tranquila – dijo Schattmann – nos encargaremos de eso, aunque nos deberás pagar una suma muy alta.
- Pagaré lo que sea – dijo Carina – ahora quiero disfrutar con ustedes.
Carina se desnudó ante Sandes y Schattmann, y ella mismo, como atraída por un impulso que no tenía fin, se ató a un palo que había en el salón, una lanza, y quedó allí, como si estuviera prisionera, Carlos Leonel Schattmann comenzó a acariciarle los pechos, mientras Carlos Matías Sandes le acariciaba el culo, con unas plumas, los dos Carlos le acariciaron el cuerpo entero, y despues de eso, Schattmann, la penetró por adelante, y Sandes lo hizo por atrás. La sensación de gozo y placer que sintió Carina fue algo súblime, imposible de describir con palabras. Toda la humillación de la noche anterior, quedaba ahora en un segundo plano, ante el disfrute de esto.
- ¡Nunca fui tan feliz! – dijo Carina Zampini - ¡Gracias Carlos Leonel! ¡Gracias Carlos Matías!
- ¿La orden de que tenemos que asesinar a la alemana sigue firme? – preguntó Sandes.
- Por supuesto, pero no quiero que la sometan al placer que me dieron a mí – dijo Zampini – quiero que la torturen.
- Decinos cuanto nos va a pagar – le dijo Schattmann.
- Quince mil dólares, más no puedo – dijo Carina – y se los voy a dar en dos cuotas.
- Lo siento Carina – dijo Carlos Matías Sandes – pero no nos sirve eso, la alemana nos paga el doble, en una sola cuota, y encima, nos promete una mensualidad muy onerosa de la Charlotte Corday y de la Fundación Dumitrescu.
- Negocios son negocios, nena, lo siento pero perdistes – dijo Carlos Leonel Schattmann.
- ¡Noooooooooooooooooo! – exclamó aterrorizada la actriz, al ver a los dos basquetbolistas, alrededor de ella, cada uno con un machete en la mano.
Ya era tarde para Carina Zampini. Los asesinos habían tomado la decisión y ella sería su próxima víctima. Casi simultáneamente, Schattmann le clavo el machete por adelante, y Sandes por atrás. La profunda herida de Schattmann fue entre los dos pechos y de ahí le hizo un brutal tajo, de arriba hacia abajo, en todo el cuerpo. La herida de Sandes fue también muy profunda, prácticamente le destrózó la espalda, desde los hombros a la cintura, de un solo corte, un tajo más que profundo. Los dos asesinos retiraron el machete del cuerpo de Carina y se lo volvieron a clavar. La segunda herida de Schattmann, fue en la vagina, una herida más que profunda y sanguinaria. La segunda herida de Sandes fue en el cuello, le cortó el cuello, de izquierda a derecha primero, y luego en la dirección contraria, aunque sin decapitarla. Una tercera herida, de parte de cada uno, para dejarle el machete clavado, en las tetas el de Schattmann, en el culo el de Sandes. Los dos asesinos, dieron así por finalizada la tarea, dejando el cadáver de Zampini empalado, mientras agarraba, cada uno, un Queso de la mesa.
- Queso – dijo Carlos Leonel Schattmann, mientras tiraba el Queso sobre el cadáver de Carina Zampini.
- Queso – dijo Carlos Matías Sandes, mientras tiraba el Queso sobre el cadáver de Carina Zampini.
Los dos asesinos se fueron de la escena del crimen totalmente satisfechos, sabían que habían cometido más que un asesinato, una obra maestra del terror, de los asesinatos, que superaba al asesinato de Wanda Nara, que habían cometido tiempo atrás. El cadáver empalado de Zampini quedó ahí, con los Quesos sobre ella misma, como clavados en flechas o lanzas.
Mientras los asesinos abandonaban la escena del crimen, se cruzaron con Astrid, la alemana, que les dijó:
- Perfecto. Así lo quería empalado, no decapitado.
- Tuve que frenarme un poco – reconoció Carlos Matías Sandes – me gusta decapitar, a Wanda Nara y a otras las decapité.
- Lo sé – dijo la alemana – pero así lo quería, ya tienen el dinero, y todo lo pactado.
- Es un placer servirla, Frau Breitner – dijo Schattmann – ahora les decimos que tenga cuidado de las ancianas, dicen ser enemigas del nazismo.
- Lo fueron, Carlos Leonel, lo fueron, ahora somos aliadas, pertenecemos a la misma estirpe, aunque hayamos tenido diferencias en el pasado, hoy nos debemos subir al mismo barco, si queremos sobrevivir. La causa hoy, es una sola.
Los dos asesinos se fueron satisfechos, y se volvieron a comer un Queso entero, porque son asesinos, pero asesinos Quesones, juntos ya habían asesinado a Wanda Nara, ahora a Carina Zampini.
- No hay dos sin tres – dijo Carlos Matías.
- Sí, esta es una trilogía de asesinatos, antes de que cada uno siga su camino, cometiendo sus propios asesinatos, debemos asesinar a otra mina juntos, pero ¿Quién?
¿Quién? ¿Quién habrá sido esa víctima?
Recordemos que este asesinato ocurrió en diciembre de 2015, ¿A quien habrán asesiando despues para completar la trilogía? ¿Alguna Carla que no llegó a ser Quesona, antes de que existiera cierto pacto que se comenta por ahí? ¿Alguna cantora o cantante nacional o extranjera? ¿Alguna modelo nacional o extranjera? Misterio, pero sí, sabemos que ese tercer asesinato existió, y alguna vez, tarde o temprano, lo relataremos.
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