CAPITULO 1:
El teléfono sonaba mientras el oficial García aún estaba buscando el celular. Estaba en una mezcla de sueño y realidad. La oscuridad que se veía a través de la ventana daba cuenta de la hora que era. Las 4 am marcaba ese radio reloj, venido a menos, pero que era un regalo familiar y aun marcaba la hora correctamente.
Al atender con esa voz gruesa, mas ronca de lo normal, producto de años de cigarrillo.
-Oficial García, lo necesitamos acá. ¡¡¡¡¡¡¡¡¡Es urgente!!!!!!!!!- del otro lado del teléfono el oficial de guardia.
Medio dormido, agarra del cajón de la mesita de luz, una pequeña libreta y anota “Copa menstrual” y la dirección que le dictan.
Luego de 20 minutos de recibir el llamado, estaba en el Bar correspondiente. Al llegar ve la cinta que marca que había habido un crimen, algunos curiosos y 3 móviles de la policía alumbrando la escena o mas bien el lugar con sus luces azules incandescentes. Esas luces que te dejan ciego. Pasa por debajo de la cinta que cercaba el lugar mostrando su placa correspondiente e ingresa al Bar.
Lo primero que ve es el cuerpo de una mujer tirada en el escenario, muy cerca del caño que utilizan las chicas para bailar. La mujer de unos 35 años, cabello castaño oscuro, 1 60 m de altura y una contextura grandota se llamaba Silvia Domínguez. Era bailarina del lugar. Sentado en una mesa muy cercana se encontraba Javier Iglesias el dueño de “copa menstrual” y Julieta y Gisella, dos bailarinas compañeras de Silvia.
Al revisar el cuerpo de Silvia, vio que tenia un corte en el cuello, pero lo que le llamo la atención era que no había mucha sangre a su alrededor. Sospechaba que el crimen podría haberse llevado a cabo en otro lugar.
Tanto Javier como las dos compañeras (que vivían en la parte de arriba del local) dijeron que no vieron ni escucharon nada raro. Que el local estaba cerrado y que ese día, Silvia no había concurrido a trabajar.
El oficial García tenia 50 años y hacia 20 que estaba en la parte de homicidios. Su experiencia lo avalaba para llevar a cabo ese trabajo y también para sospechar que algo raro había. Alguien ocultaba algo o más bien, no decían toda la verdad. Recuerda que muchas veces quisieron cerrar ese local nocturno pero debido a los contactos políticos que tenían con el dueño del bar, nunca se lo pudo cerrar.
Luego de visualizar y controlar la correcta toma de muestras correspondiente a la escena del crimen por parte de la policía científica, él se retira hacia la comisaria. En el patrullero de atrás venían Javier y las dos bailarinas para que se les tome declaración de manera formal y de paso, aunque en este caso no servía de mucho, mostrarle el interior de la comisaria ya que muchas veces ese acto “ablandaba” a los sospechosos para que digan más de lo normal.
Javier, en su declaración, decía que Silvia era una excelente persona, muy buena, profesional. Que todas las bailarinas vivían en unos “departamentos” cuartos arriba del local pero que muchas veces, al tener cada una su propia vida, se iban con algunos clientes. Él no era quien para controlarlas y pedirles explicación de lo que hacían. Cada una tenía su vida privada, más allá de su trabajo. Tanto Javier como las dos chicas que estaban ahí, coincidían que Silvia mantenía una relación con un cliente llamado Marcelo, un psicólogo.
El oficial García al terminar de tomar todas esas declaraciones, se sentó en su escritorio y en el pizarrón que tenía tapando la única ventana del lugar, escribía, trazaba líneas o flechas y colocaba algunos nombres. Era su método de ordenar ideas, ya que cada vez que iba a escribir o colocar alguna foto, él se volvía a sentar y miraba al pizarrón. “El hecho de mantener distancia ayuda a ordenar las ideas”, era su frase de cabecera.
Luego de unas horas, faltaba el testimonio del testigo principal y a esta altura de casi el único sospechoso de este crimen. Faltaba el testimonio de Marcelo. ¿Pero, quien era Marcelo? ¿Y dónde se lo podía encontrar?
El reloj de la comisaria marcaba las 14 hs del día lunes y el agente Pérez viene corriendo a la oficina de García. Fue tal la emoción y el atropello, que casi se cae sobre el escritorio tirándole el café que en ese momento deleitaba su superior.
- Marcelo Arbundia, psicólogo, de 38 años. Vive cerca de acá y tiene un consultorio en Lomas. Tenemos la dirección. – Repite con emoción y como si fuera una lección, el agente Pérez
- Agarra el abrigo y vamos- Le dijo el oficial García al agente.
El agente Pérez, sorprendido por la orden, ya que era nuevo en ese departamento y generalmente García era de trabajar más solo que acompañado.
Al llegar al departamento de Marcelo y habiendo tocado varias veces el timbre sin respuesta alguna, deciden entrar al mismo por la fuerza.
Al ingresar en el departamento y pisando con cuidado por miedo de alterar cualquier escena del crimen, ven en el living comedor, una mesita ratona de vidrio con una botella de whisky casi vacía y un vaso que lo acompañaba. Además, se evidenciaba un cierto desorden, como también una posible pelea ya que había varias cosas tiradas. Nada raro para la gente normal, pero el oficial García le prestaba atención hasta el más mínimo detalle. Una revista fuera de lugar podía ser la clave de cualquier asesinato. En la cocina, se encontraba una comida a media hacer, pero fría. De repente, se escucha un grito, un llamado.
- Oficial, venga a ver esto. - le decía Pérez a García, desde el baño.
García, con mucho cuidado ingresa en el baño, sintiendo un olor fuerte a lavandina, pero tirada en el piso y cerca de la bañera, se encontraba un pedazo de vidrio manchado con sangre. Al traer la lampara de luminol mostro una mancha correspondiente con sangre e inmediatamente se labro una orden de arresto para Marcelo Arbundia.
Él se encontraba en un departamento de Lomas, ya que ahí atendía. Cuando escucha que tocan a la puerta del consultorio, a Marcelo le viene un escalofrío que le sube desde el dedo gordo del pie hasta el ultimo pelo de la cabeza. Ya sabia que su suerte estaba echada.
Eran las 18 hs cuando Marcelo es llevado esposado a la comisaria como único sospechoso o más bien, como único culpable de aquel crimen. Las pruebas, las declaraciones y el instinto de García, así lo habían determinado. Solo faltaba confirmarlo mediante el análisis de ADN de las muestras recogidas en la casa de Marcelo. Unos pelos en el cepillo ubicado en el baño y los restos de sangre encontrada en el vidrio roto.
Al día siguiente, Marcelo fue trasladado a Devoto, mientras a García le confirmaban que el ADN hallado en la casa del psicólogo correspondía a Silvia Domínguez.
Al oficial García le encantaban estos casos simples de rápida resolución. Así que cerro la carpeta con el sello que decía CASO CERRADO, con la esperanza de que su ascenso por tantos años de trabajo se haga efectivo.
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