“UNA CITA A CIEGAS” MÁS.
Me relacioné con ella chateando. Desde un principio decidimos desconocernos físicamente, no intercambiaríamos nuestras imágenes. Y este contacto siguió así, textualmente, hasta que por fin decidimos concretar una cita de manera personal. El encuentro sería en un bar muy conocido del centro…
Llegué a ese lugar con alguna anticipación y mayor ansiedad. A media primavera el sol resplandecía sobre la avenida, así que elegí una mesa bajo sombra en la vereda, y pedí una cerveza bien fría para la espera. De pronto y sin que pudiera evitarlo, un joven se sentó frente a mí, se acomodó mejor los anteojos de sol y entrecruzó sus manos sobre la mesa, provocativamente, mirándome arrogante y callado. Yo, ante esta inesperada presencia, me retraje contra la silla y también quedé mudo. Paralizado, sin saber cómo actuar en estos casos tan extraños, cuando ya se sabe que desde estas redes de comunicación se urden bromas pesadas, engaños, estafas y hasta violaciones…
Metido en esta circunstancia, yo no sería el primero en romper el hielo hablando, por consiguiente, esta escena quedaría congelada en tanto el mozo no apareciera con mi cerveza…Adelanto que fue para peor, apenas ese vaso rebosante tocó la mesa, este individuo, con total desparpajo se apuró en bebérselo de una sola vez…
Después de semejante exabrupto, yo no podía quedarme como un simple espectador de sus impensadas actuaciones, debía reaccionar en consecuencia. Pero llegado al punto de querer levantar ese cuerpo inamovible por las axilas y empujarlo a la calle, una anciana que se acercaba con pasos esforzados me lo impidió profiriendo a viva y rasposa voz:
-¡Ay, Ramiro, Ramiro. Qué sería de vos sin tu abuela por detrás! Saliste apurado y me dejaste buscando lo que necesitás… pero ya te digo que no lo encontré… ¡No podés ser tan descuidado con tus cosas Ramiro mío, por favor!...
Este Ramiro siguió quieto, pero ahora con la cabeza baja, avergonzado.
-Señora… estos líos se arreglan en casa… Ahora le suplico que levante a su nieto de acá, ya mismo… ¡Mírelo, ni dice nada el maleducado!…Qué le pasa a este muchacho que es tan insolente, ¿me lo puede decir?
-Insolente, no; no-vidente señor… Y sí, cuando está contrariado se enoja consigo mismo y no habla en todo el día…Lo conozco bien, vivimos juntos en esta misma cuadra. Él siempre se sienta en esta mesa, los mozos se la mantienen desocupada. Llega tocando la pared, pero ya sabe muy bien que no puede cruzar esta avenida sin su bastón blanco... Y si se quedó aquí, fue para esperar que yo se lo trajera…Es buen chico, si lo molestó habrá sido para pedirle que lo cruce…
-Ojalá, hubiese sabido que era ciego y me ahorraba este mal rato que estoy pasando mientras aguardo a una persona importante…
- Entonces creyó que estaba solo, le pasa… pero bueno, todavía está a tiempo. ¿No lo acompañaría hasta la casa de su novia, esa de allí enfrente, es ciega también y no le gusta hacerla esperar…
No podía negarme, pagué la cerveza que no bebí, me despedí de la abuela que me agradecía el favor, y por fin crucé a ese muchacho a la vereda de enfrente... Cuando estábamos por llegar a la casa señalada, miré hacia la mesa que habíamos dejado vacía en el preciso momento que una chica la ocupaba, y que con cara de contrariada consultaba su reloj…
A punto de irse en cualquier momento, pensé, ya que ninguna mujer espera a un hombre, lo que está muy bien… “Pero es mi chica” me dije, cuando mi brazo libre tenía la intención de hacer alguna señal que llamara su atención… Por fortuna lo contuve a tiempo, ella me vería acompañando del brazo a un muchacho, y no sería esa buena primera impresión que uno debe dar... Tampoco estaba con el ánimo predispuesto a explicar con lujos de detalles lo que me había ocurrido en esa mesa de la discordia. Nada aconsejable previo a una charla cordial e intimista entre dos postulantes a un amor sin tropiezos.
Preferí perderla y quedarme con este gesto de humanidad de mi parte. Ya tendré otra oportunidad en un nuevo: estoy “En Línea”. A una cita a ciegas más.
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