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Despertó con un dolor increíble en el cuello y al abrir los ojos vio la poca luz que entraba por las grietas del parabrisas, casi destruido por completo. Su mejor amigo y copiloto yacía en su asiento con un TEC abierto en el medio de la frente. Su cara cubierta de sangre y sin signos vitales. Estaba solo en aquel desierto.
No tenía idea de cuánto tiempo había pasado y aún no trataba de recordar lo ocurrido. Su cabeza se hallaba en blanco, quizá producto del shock, quizá producto de un golpe también en su cráneo. Lo primero que hizo fue desabrochar su cinturón de seguridad y tener que forzar la ventana para salir del vehículo, ya que la puerta estaba trabada producto del impacto contra la roca que emergía de la arena unos cuantos metros de altura a otros cuantos metros de la carretera. Rompió el cristal después de un par de intentos y su cuerpo se escabulló entre los vidrios rotos al caer al suelo.
Las piernas le dolían de sobremanera, pero no habían heridas a simple vista. Con dificultad logró sacar algo de agua de la cajuela y se sentó después de unos minutos a esperar que la tarde cayera y el calor bajara un poco. También a esperar que alguien pasara y los viera. Cerró los ojos e intentó relajarse un poco. El cuerpo se lo pedía a gritos en ese entonces. Su amigo se le aparecía en los atisbos de sueños que entraron en su cabeza y lo hacían saltar sin poder descansar lo suficiente por un par de horas. Miraba de vez en cuando por encima del capó destrozado tratando de reconstruir su rostro. El asco y la sangre se mezclaban casi como colores en sus ojos creando náuseas más de lo que su estómago podía soportar.
El espasmo del vómito le potenciaba el dolor de sus entrañas y gritaba de sufrimiento mientras regurgitaba el agua que aún se mantenía intacta. Se desmayó y su cara chapoteó en el líquido a la orilla del asfalto intentando recordar cómo fue que chocaron en tan desolado lugar.
Cuando despertó nuevamente, el cuello ya no le dolía tanto y su mente recordó haber acelerado. Una recta perfecta en la carretera y sus manos al volante cruzando el desierto donde no había opción de ser detenido por un control de velocidad ni un atochamiento vehicular. Una risa nerviosa antes de pisar a fondo el pedal que sumergió al auto en una especie de burbuja temporal, aumentando la velocidad a tal punto que una de las llantas no dio más.
Una explosión, un manubrio girando sin control, un amigo golpeándose la cabeza contra el parabrisas con tanta fuerza que lo trizó. Y el brillo del sol calándose entre las grietas para dificultar la maniobra que culminó con el vehículo estrellado en la roca más alta del maldito desierto. No pasó mucho más y divisó una luz lejana que le indicaba que posiblemente la ayuda llegaba. Se levantó rápidamente y notó que algo no encajaba bien con sus sentidos ni con lo que lo rodeaba: Los colores eran diferentes, su ropa cambiaba y el sonido, que se acercaba con la luz, entraba a decibelios jamás escuchados por su oído ni imaginados por su mente.
Comenzó a colapsar y de rodillas ante el cielo tornándose verde y azul, sus pupilas se dilataron cada vez más encandilándolo hacia un blanco indescriptible. Sus manos comenzaron a temblar y su cuerpo a convulsionar sin entender más allá que el dolor que le provocaba su estado. Intentó decir algo antes de caer inconsciente, pero el balbuceo fue Ininteligible para él, pero no para la figura que se acercaba. Quién pensaría que estos detalles serían parte de un ritual.
Lo último que escuchó fue un sonido de metales rechinando parecido al que hacen los vehículos al chocar seguido de un silencio total. Lo último que su olfato reconoció en el aire fue una mezcla de gas y vinagre o quizá aceite de motor y luego se empezó a sofocar. Lo último que sintió fue despegar del frío del suelo como si la gravedad hubiese desaparecido por completo o si su cuerpo ya no pesara más. La desesperación se convertía en locura ya en ese momento. Su boca se abría como un pez sacado del agua.
Cuando la luz pasó y pudo ver nuevamente algo, una enorme y esférica figura tan negra como un agujero sin fondo plasmado en el aire estaba frente a él consumiendo la escena por completo. Engullendo el auto, el cadáver de su amigo y absolutamente todas sus ganas de seguir viviendo.
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Texto agregado el 17-06-2020, y leído por 61
visitantes. (2 votos)
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Lectores Opinan |
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17-06-2020 |
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Interesante y macabro cuento. yosoyasi |
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17-06-2020 |
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Ay. Qué macabro y buen texto nos regalas. Felicitaciones! sheisan |
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