La vida, tan seductora, muestra su rostro torvo a menudo y por sorpresa y nos hunde sin piedad.
Emilia vivió agónicamente el retraso de su hijo nacido en el pueblo , sin cesárea, con una vuelta de cordón que casi lo asfixia y que le generó graves secuelas.
¿ Quién sabe si la grave preocupación por el destino del hijo a su muerte no fue el disparador del Alzhéimer de los últimos 10 años de vida de la madre?
Ricardo , un campesino bueno , sensato y trabajador, pierde la vida por un golpe del azar en su primer día de trabajo fuera de casa: durante un descanso al pie de un árbol, su propio hermano, que no lo ve, tala el árbol que lo lleva a la muerte tras unas horas de agonía. Contaba con 36 años.
Años después, muere el hermano homicida involuntario, al caer del tejado cuando intentaba reparar el origen de una gotera que le caía en el bar, tras días de temporal inclemente. Se reventó al caer, casi simbólicamente, sobre un tronco que había en el desván. Contaba 54 años de edad.
Hacía dos años que , casi por suerte, había fallecido su madre , ya mayor ,que quién sabe si habría resistido perder a un segundo hijo. No es menos dolorosa la defunción de la gente de edad cuando ha sido muy querida.
A los setenta , murió de cáncer de huesos" la niña", el hermano chico de ambos, llamado así por la belleza de su rostro y por los anhelos en la familia de que el pequeño fuera chica, tras cuatro vástagos varones.
Había pasado la vida emigrado en Francia. Poco duró su vida de jubilado retornado a la patria que lo vio nacer.
La Parca fue arrebatando la vida de tres de los cinco hermanos , huérfanos de padre desde chicos, cuando menos se esperaba, pues , cruel, llega silente, a pasitos mudos , con los pies acolchados.
La impía muerte arrebató hijos de amigas ,que frisaban los treinta, por no poder vencer duras enfermedades.
Igualmente, asistimos a la defunción de amigos, vecinos, compañeros de trabajo...
Y dejo la enumeración por no hacer un obituario lastimoso.
La muerte inexorable acecha como centinela insomne y no respeta clases ni edad cuando echa la zarpa. La guadaña nos habla de la fragilidad humana.
Ante la realidad inevitable de nuestra condición mortal no cabe sino atrapar el momento que huye, militar en el vitalismo, la bonhomía y la generosidad.
Disfrutar la vida mientras no nos asalte la muerte. Una caminata por el campo acariciados por el frescor mañanero. Una caña con aperitivo o un café en la terraza de una plaza coqueta.
Una comida regada con buen vino con familiares o amigos, tan queridos.
El visionado de una película de cine o de una obra de teatro. Un concierto. La lectura de un buen libro. La práctica de un deporte. En fin, cada quien con sus afanes y apetencias , disfrutando y olvidándonos de nuestra vulnerabilidad.
Así que , amigo, vive a tope mientras puedas, pues un gaje de la vida es la muerte. Así como no hay cara sin cruz.
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