Cogería la bici y me daría una vuelta por ahí. Me compraría un paquete de galletas en un dispensador automático y me las comería tranquilamente en un parque. Pero tenemos al Sr. Virus que se opone de alguna forma. Su amenaza nos ha colocado en una subvida. Presidida por el miedo. Dan ganas de pasar de todo y vivir, con riesgo, pero haciendo de ella algo que se pueda llamar de tal forma. Tomárnoslo a modo de apoteosis final de ópera dramática. Si total ya hemos visto lo que nos deparaba el destino. Satisfecha la curiosidad, a nuestra morada extraterrena. Qué de sorprendente puede haber más que el proceso en el que estamos inmersos. A mí no se me ocurre cosa más llamativa. Pero me temo que los restos van a ser ya subvida. El miedo no nos lo arrancaremos y las relaciones no volverán a ser las mismas. Quién iba a pensar hace apenas unos meses que nuestras mayores aspiraciones en la vida iban a ser andar por ahí libérrimamente sin otro temor que el de no llegar a fin de mes con que llenar la andorga. Lo que se daba gratis está cogiendo categoría de lujo. Tal replegamiento no puede llamarse de otra manera que "subvida".