El exceso de perfección era su punto débil y por ahí se rompería la cuerda. No le gustaban las cosas a medias, ni escribir a media tinta. El cuento debía quedar perfecto, si no lo estaba rompía la página. Eran más las páginas rotas que las escritas. Los escritores no se forjan de la noche a la mañana, eso era lo que siempre decía, tal vez tenía razón. El lector exige demasiado y no hay que entregarle letras desordenadas y sin sentido. Había corregido su cuento muchas veces, de tanto corregirlo se hizo más pequeño hasta que desapareció. En el final de la página escribió tan solo un punto. No se supo si era un punto aparte o un punto seguido. Se sentó en el sofá a meditar. Tan solo pasaron cinco minutos. Sacó el revolver del escritorio y le disparó a la página y como no se quejó se pegó un tiro en la sien y lanzó el último quejido, solo entonces supimos que era un punto final.

AUTOR: PEDRO MORENO MORA