Feliz Cumpleaños

El viernes pasado quedamos en reunirnos hoy con Gladys, mi amiga de infancia, en la quinta Amancaes donde vivíamos en aquella época. Corríamos por el patio arrojando burbujas de jabón y bolitas de papel en todas las ventanas abiertas; tocábamos timbres; bañábamos gatos y otras travesuras.

Sin embargo camino a la quinta ella insistió en telefonear a su casa, nos detuvimos cerca del parque y ordenó: “Entra, vamos” obedecí, a los segundos las luces se apagaron. Grite “¡Apagón, llama rápido!” luego oí murmullos y su voz calmada: “Sígueme, no tengas miedo”.

Una corriente de aire me rodeó, parecía alguien presuroso. El olor de canela resaltaba en el ambiente, caminaba a tientas de su mano pues la oscuridad era total, no se distinguía nada.
Continuamos adentrándonos más en ese lugar, en tanto llamaba a Miguel para telefonear a su madre. Escuche ¡Achuuss! Unas dos veces.

Era una eternidad avanzar ahí; por momentos el único sonido era el crujir del piso de madera ante mis pasos. Las puertas se cerraron y se distinguian susurros a media voz. Tropecé con una mesa o banca de madera. Quería encender la linterna de mi celular pero ella no soltaba mi mano. De pronto sentí un vaho cerca de mí pero ninguna decía nada.

Al cabo de unos minutos grite: “¡Gladys vámonos de aquí!”, sin inmutarse pronunció : “Ahí está el teléfono para llamar”. Con fuerza me solté de su mano, enseguida se encendieron luces sobre mí y al mismo tiempo se oyó un sonoro “¡Sorpresaaa!”, vi a nuestros amigos, familia y a ti con el pastel de fresas con una vela encendida.