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hgiordan

“ LA ROSITA”
(Cuento gauchesco)

Año 1887… El sol se escurre lentamente sangrando por el filo mortal del día. La pampa abajo contempla impávida lo inevitable. Y la Patagonia sur, ese lomo manso y agachado, totalmente arrás soportando el viento del eterno lamento… Soledad, viva quietud siempre. Pero en aquellos tiempos, a la hora exacta, algo más que los matorrales se movían por esa tierra primitiva y arisca. Como hormigas urgidas desde la misma profundidad del trabajo, unos tras otros salen y se van perfilando los pocos pero fieles parroquianos hacia única pulpería que aún se queda por ahí. Estos son los esquiladores rápidos de ovejas lentas que contratados por la misma empresa se reúnen ahí solo para ahogar los rezongos contra el patrón en un solo vaso de vino, o algún agravio pendiente entre ellos jugando a dirimirlo simplemente con un buen truco sobre la mesa. Y la taberna se llama “La Rosita”. Construcción precaria bien pegada a una posta “chasqui” ( correo de a caballo) en medio de un desierto, con un establo también enclenque, dos míseros cuartos y un almacén apenas abastecido solo para ellos nomás. Porque ahí, nada de intrusos querían sin anunciarse primero. Que los pobres chasquis, precisando de todo y en busca de remonta, se provean desde la cuadra directamente, que no se arrimen a distraerles una sola carta en alguna disputa casi por terminar. “Que nadie venga alborotar el avispero acá” Comentaron una vez los de la mesa del fondo (que nunca fueron más que dos y que solo se entretenían con las señas picarescas de ese juego mentiroso), o recordando: -“Porque acá la Rosita nos tenía con la rienda cortita a todos juntos, qué joder. Tranquilos y sin pendenciar nunca. La verdá que siendo mujer se hacía respetar esa gringa” “¿Se reacuerdan cuando sacamos a la rastra a ese indio que vio la luz encendida, y así ya bien mamau como venía se nos metió adentro. Lo mandamos ensogau al flete derechito pá la toldería nomás… “-¿Y cuando tuvimos que apaciguar entre todos a ese malevo que entró pá faltarle el respeto a la Rosita de puro gusto nomás?... ¡La pucha que fue jodida la trifulca, corrió sangre, qué lo parió! Y después de eso todo se terminó, ella cerraba la puerta tras nuestro y no le abría nadie aunque tirara la puerta abajo. Cierto, a nadie le abría...Pero nadie podrá asegurar que tampoco a este solitario viajero, que desde el abismo de una media noche y a medio andar se aproximaba sin que nadie lo advirtiera de antemano. Y así fue, cuando llegó nadie lo esperaba. Y nadie lo escuchó. Ni un perro que ladrara había...
Y si los cascos del caballo no sonaron desde lejos, tampoco de cerca. Ya venían apagados por la fatiga de la noche y por un viento que aplanaba hasta sus huellas. … Tampoco él quiso hacer algún ruido que llamara la atención, como quien trata sorprender. Por eso será que se apeó despaciosamente del caballo. Lastimosamente diría, como aguantado ese extraño dolor que le causaba arrancarse esa parte tan injustamente ajena a su cuerpo. Pero una vez sobre tierra firme tuvo que dejar escapar un gemido aliviador. Y aprovechando el exabrupto, escupió también sordamente la pegajosa arenisca que traía acumulada en la boca. Acto seguido, con las manos en la cintura se acomodó los huesos, que echándose hacia atrás como mirando las estrellas pronto crujieron dándole las gracias recibidas. Después se zapateó algo del barro de las botas, y con el sombrero se sacudió la tierra que sobraba en bombacha y chaleco puesto. Y como último aseo necesario se pasó la mano sobre la cara restregándose los ojos, y ya que estaba acerca palparse qué barba tenía. Lo suficientemente crecida para estrenar justo acá. Después de tantos días huyendo de su pueblo y del desierto, ya le ocultaba bien la herida supurante que le venía recorriendo el rostro desde casi la oreja hasta casi la boca...Y para completar se acomodó unas crines que quedaron cayéndole sobre la vista, y se calzó hasta esos ojos el chambergo aunque fuera de noche y de nunca llover…Acicalado así, bien presentable estaba para apersonarse en “La Rosita.”. Aseguró el caballo y como último detalle, se echó sobre un hombro una alforja que traía quién sabe qué adentro. Y se tanteó el facón, que no faltara, por si la ocasión se impusiera. Pero una vez encaminado y resuelto debió detenerse como si de algo se olvidaba. Y ese algo lo sacó del bolsillito de la chaqueta. Lo pulió brevemente contra el esmeril fino de la solapa, hasta que a la luna centelló. Todo para satisfacer un imperioso vistazo que le debía. Y cosa ahora de guardarla en la mano, cerrando el puño fuertemente como si fuera que se pudiera escapar… La única luz y opaca que salía por la única una ventana del boliche, apenas le devolvió su rostro sombrío cuando se le acercó para atisbar de paso y sin ser visto…No obstante, alguien lo vería de afuera y rompería la silenciosa expectativa saliendo alborotadoramente a su encuentro. De la penumbra, por un costado del paraje aparece un chico corriendo.” ¡Señor, señor! ¡Dígame que anda necesitando por acá…¿-Si lo puedo ayudar en algo, pida?
-Si, a éste traéle agua y comida... Yo me voy a mojar el gargüero ahí adentro un rato”. “- ¿Vienen de lejos?
“- Mirá, A mí no me gusta que pregunten, pero te voy a contestar porque no le voy a faltar el respeto a un menudito como vos. Y de leguas y leguas, y estamos muy cansados pá seguir... a lo mejor mañana, pál norte.-Y decíme vos cuántos años tenés”. “– Creo que nueve, señor.”
“– ¡Ajá! Entonces si poco sabés de contar, nada de leer ni de escribir ¿no?” ... “– Y no señor ¿de adonde? La única escuelita está por allá, y yo tengo que trabajar por acá. Eso es para los ricos de la ciudá.” “– Tenés razón, ya lo he pensau una vez.... Y yo no sé cómo, pero algún día vas a tener que andar por ahí. Allá cualquier hijo de gringo lo tiene todo servido, escuela, universidá... Todo eso, porque saben que sin estudio nadie levanta culo en ningún lau ande vaya. Que uno no se vale nada. Si lo sabré yo que no tengo donde caerme muerto…Y ahora decíme otra cosa ¿Habrá un lugar pá tirarme esta noche?... Y... tenemos una piecita. Pá los mensajeros nomás ¿Usted es mensajero?”
“-Y…según para quién, Pero no, de oficio no soy mensajero. No me gusta ser alcahuete y menos a sueldo fijo”. … “– Bueno, mire don, mi pieza está grande, si quiere le hago un lugarcito. Después háblelo con el cantinero. Y golpéele la puerta nomás que le tiene que abrir...”
Nunca tuvo que insistir en ningún lado, pero golpeó y golpeó. Con ese puño que algo guardaba golpeó. Y esperó, más de lo debido esperó. Demasiado siendo él. Pero nada todavía… … .”- ¡Ábrale, ábrale nomás que este hombre que viene cansau y precisa dormir!.”. Gritó el chico a su espalda.
“-Ya levan abrir... y por el pingo don, yo se lo atiendo... Y si quiere, para mañana le tengo un recambio bien descansau. -Está bueno, después te anoticeo... Vamos a ver cómo están las cosas ahí dentro..”.
Por fin de una puerta entreabierta se asoma el rostro fisgón del cantinero. Pero primero se le vio la mano, con dos dedos menos…” -Me parece que nos hemos cruzau alguna vez. ¿no? Le cantó en la cara, el forastero.” . “-Puede ser...puede ser, pasan pocos por acá pero puede ser. Y usté qué anda precisando”…. . “- Un trago nomás, si me deja entrar, y si hay para descansar, mejor que mejor, digamé.” .
“- Bueno, mire don, nunca le abrimos a naide a esta hora... Yo le abrí por el gurí, sabe... Así que pase un rato nomás y después veremos”.... . . Entre las dos mesas, un sendero de silencio lo llevó hasta el mostrador. Los que jugaban a las cartas lo semblantearon de reojo, y los del fondo que estaban de vista nomás, no se fijaron directamente. Nadie quería cruzarse con una sola mirada de malevo. Ni venido a menos como éste, que ahora con esa barba mugrienta se tiraba a más viejo y más lastimoso aún. “- Una giniebra nomás.” Ordena el hombre apoyándose en la barra, y dándole bien la espalda a todos... Pero mientras la servía agregó “- Dígame una cosa ahora, cantinero, y perdonando la imprudencia…Qué sabe de la señora Rosita que siempre atendió esto mismo. Por dónde andará esta mujer, digamé … … . “-La señora Rosita murió hace rato.” ”
Se lo dijo en seco, cuando el vaso todavía le quedaba a medio camino queriéndosele derramar sobre el estaño del mostrador
pero enseguida arrimando la botella entera. “-La pucha carajo que esto no me lo esperaba”… Contrajo ese puño que algo guardaba, y la cara se le hizo piedra. Y los ojos se le enturbiaron pero aguantó...
“- Sí, murió hace un par dos años, mas o menos... Yo me estoy haciendo cargo de todo esto, y de ese chico que anda por ahí afuera. Hasta que caiga algún pariente pegando un grito y me tengo que hacer uno humo, ¿no?”
“- Y de seguro nomás.” Le contestó, pero ya no pensaba. . Con el dorso de la mano hábil apartó el vaso lleno para dejarle lugar al codo, y desde ahí se empinó la botella directamente. Al mismo tiempo que con la otra, ocultamente echaba éso en el bolsillito interno de la chaqueta. Y podría tener el cuero curtido por fuera como por adentro también, pero esa cantidad de ginebra así de un solo trago, le cayó como cien litros de aguardiente en llamas. Primero lo tambaleó para los costados, un par de veces, y después lo hizo recular... De improviso atinó a agarrarse de la botella apoyada, pero por suerte, una silla suelta que estaba cerca y por detrás, lo paró ahí. Y así se quedó afirmado de nalgas contra el respaldo. Las alforjas sobre el pecho le hacían el contrapeso justo para mantenerlo equilibrado sin que se fuera para ningún lado. Lo necesario para que después de un rato se recompusiera un poco, se descolgara y asentara esa mochila en la silla, y arrastrara todo junto contra la pared, cerca a la puerta. Y así sí, más asegurada se le desplomó encima. Con los brazos cruzados y los ojos perdidos se quedó, como pensando o nó. Quién lo podía saber por ahí.
Pero de pronto se despabiló. Y como saliendo de golpe de una bodega se largó a hablar en esa lengua entorpecida que usan los borrachos en cada ocasión. Más bien fuerte que entendible, como gritando para que todos los presenten escuchen:
“- Cantinero, oiga bien esta propuesta que le voy a tirar”…. . - “Yo en verdá estoy rumbo pá los Buenos Aires… pero ahora cambié de idea…. Y si me vende el boliche yá mismo, por acá me quedo nomás”... Y golpeando con las dos manos los costados de lo que sobre se había sentado, completa: “Mire, acá tengo mucha plata ..Que me alcanza y sobra para comprarle todo esto, con el almacén, todo que tenga... Y atienda lo que le digo ahora; Yo no voy a volver a mi pueblo con toda esta plata. ¿Me entendió? Así que aproveche esta oportunidá, que no se verá en otra. ¿Qué me contesta usté?”
“-Que me parece que usté no entendió nada. No puedo vender nada aunque quisiera... ya sabe por qué, se lo dije antes”...
“- ¡Chá digo que tiene razón!... ya me lo dijo”. Y se quedó mirando al suelo un rato, para explotar de nuevo con otro disparate;
“-Entonces no me queda otra que jugármela, y empezando por acá esta noche....Me la voy a jugar de apoco. Pá saborearle bien el gustito a la suerte nomás... ¡ Así que los dados, nomás ! Nadie contesta. ¡Qué los parió1...¡ Acá a nadie le queda un poco de coraje ni pá medirse con una taba de mierda ¡carajo!... Y a usté no se lo digo cantinero, a usté no, quédese tranquilo donde está. Con dos dedos menos en la mano, los dados se le van a escapar como el agua, mi amigo. La oferta es pá los de los distraídos de aquellas mesas, que escuenden las cabezas como manga de avestruces cagonas que son, carajo.” Nadie reaccionó, todos parecían metidos en su propio juego, pero igual respondían por lo bajo; . “-Más que avestruz, hagámonos perdiz, compadres.” Dijo el más viejo. “Sí, y vayámonos hora que ya está provocando como aquella vez, ¿se acuerdan? Y se puede poner más pesau entudavía. No sé si se recuerdan cómo terminó aquel revoltijo. Mal que mal. Sangre corrió - Sí, yo me acuerdo, contestó otro. Pero si es verdá que tiene tantos patacones y con lo regalao que está, a los dados no, pero al truco, y asociau con el cantinero, nosotros dos lo desplumamos apenas canta un gallo”...
“- A lo mejor”. Dijo otro.... “Pero díganme una cosa; Y si nos está corriendo con la vaina y no tiene ahí toda esa que dice. ¿Quién lo va averiguar primero? ¿El cantinero mismo? Yo no creo que le sobren ganas ni los dedos para eso. Y yo a esta mano enterita no la meto ni en el nido de una codorniz, vean lo que les digo”...
“-Y aprovechemos ahora que se está durmiendo. Llegó reventao, más el chupe... Alardeó de borracho nomás. Pero puede ser, aquella vez fue bravo y rápido con el cuchillo porque estaba fresco como agua de pozo... Pero ahora está más ocupau por mantenerse en la silla que en seguir bravuconeando al pedo. Y yo creo que con el pulso que tiene ahora, ni el cogote a una gayina le podría cortar”…No convencidos, con las manos en los bolsillos, uno a uno fueron saliendo sigilosamente, pasando a su lado sin que él se diera cuenta. Ya se había aflojado del todo; Los ojos se le cerraban, los brazos caídos a los costados de la silla, y la botella vacía tumbada en el suelo. Y el cantinero al otro lado, en la barra mirándolo, esperando...
Volvió la calma, y un silencio espeso se adueñó del lugar. En algún momento debieron encontrarse sus miradas. Sabían que se debían una conversación a solas, pero frescos, así no. Por eso sólo gestos se cruzaron; Como de resignación, la del forastero, tal vez de compasión la del tabernero “- ¡Y que le vamos hacer !. La vida es así .Los años pasan y las cosas también” Dijo el primero “- Y sí, es como usted dice, Don...Todo va y viene y no queda nada , así que perdone si ya estoy cerrando nomás”…
“-Está bien, si ya me estoy yendo... Entonces ordénele al chico que me prepare la monta nueva enseguida... Un pingo bien discansau dígale, y que sigo pal norte nomás, pá la gran ciudad, nomás... ¡Ahh1. Y recomiéndele que estudie si quiere un oficio mejor... Que se lo pido yo que apenas lo conozco, que soy un bruto analfabeto que no sabe ande va ir a parar entudavía…
Cuando salió, la noche también se estaba yendo. Él partiría llevándose la mochila que trajo, y pocas ganas de seguir con ese largo viaje... Pero afuera ya lo estaban esperando. Un caballo fresco para llevarlo bien lejos, y el cantinero y el chico para despedirlo de bien cerca. Enseguida montó, y como todo último saludo lanzó “ Y a usté cantinero le dejé arriba el mostrador pá que se cobre todo lo que puede, porque si no alcanza, perdone porque es lo que me queda tengo de esta vida ...Y a vos muchachito se te agradece el servicio prestau. Como disculpándose de antemano, mientras igualmente rebuscaba en el bolsillito de la chaqueta…”- Mirá, acá tengo algo que te puede servir. Es el último patacón que me queda”… Y ese último, al chico le centelló sin luna como el primero. Y apenas pudo esconderlo en su mano por chica que era. Sin otras palabras, los dos se pusieron en movimiento... Él encima desanimado, el otro animoso, haciéndolo notar con un trote firme y parejo... “- Bueno, por suerte ya se fue sin ninguna desgracia”... dijo el cantinero acariciándole la cabeza al chico, mientras miraban juntos cómo ese hombre se alejaba con rumbo norte y de madrugada larga. . “– Vos sabés que primero no lo re conocí por la barba, pero al rato me di cuenta quien era. Y sí, metía miedo el tipo. Era fierazo de fama y un taimau muy reconocido…Pero se me ha cambiau de golpe el paisano, porque querer jugar así de borracho jamás de los jamases se lo vio. Y como ahora no creo que vuelva, ya me está dando lástima, y hasta dejando de guardarle algún viejo rencor te digo. Vino con una buena y se va con la peor. Vos no tenés porqué saber, pero al final para mí, este tipo no es un mal cristiano… Bueno, ahora vamos. Dále una mirada a los caballos y volvé enseguida que adentro hay mucho trabajo esperando y es tarde”…. Desde la puerta nomás, el cantinero miró por dónde empezar aunque ya lo supiera. Porque como siempre; El piso bien enchastrado bajo las mesas. Las mesas sucias de naipes y vino, ocho sillas desacomodadas y una por demás contra la pared. Y por último la barra. Que ese estaño nunca pudo relucir por más que se lo refregara y refregara, no era sorpresa… ¡Pero vaya que de golpe se lo vio resplandeciendo!..Un espejismo con fulgores de plata fue. Una buena cantidad de patacones en monedas de plata tenía sobre él, que cuidadosamente desperdigadas lo presentaban como un gran cofre de tesoro rebosante… Una vez salido del asombro, enseguida las metió a todas en una bolsa de yerba casi vacía que tenía bajo el mostrador, y estrangulándola al medio como un gran chorizo y ya dividida en dos, se dijo; “Una parte será para comprar todo lo que pueda de esto, y con la otra para mandar a estudiar de pupilo a este desmadrau que tanto lo necesita el pobrecito”. Y ése ya volvía con el puño todavía apretado, como si el patacón se le hubiese encarnado en la mano, y como si tuviera miedo de abrirla y mirarlo “- Vos tuviste suerte, te pagaron bien esta noche. Y a mí me quedó una buena propina nomás”…
“- Sí, mire patrón... por fin abrió la mano el chico. “- Es un patacón de los grandes ¿no?”… “ – Debe ser , entonces se confirma que no era un mal tipo como te dije”. “ – Y, para mí no...A mí me habló bien, cariñosamente. Un poquito, cuando llegó y cuando se fue nomás”….” – Bueno, a otra cosa dijo Don Barbosa…A ver esa moneda de cuánto es. Y se acercó a la ventana para mirarla con mejor luz. La examinó bien, vuelta y vuelta sobre la mano de los cinco dedos. Con el rostro severo del buen entendedor. La revisó exagerando, como buscándole un valor agregado para ese chico, algo mucho más importante que su relativo valor económico; Una señal que la hiciera distinta a todas las demás. Tal vez un brillo, una forma diferente, una marca, un detalle mínimo sería mucho más significativo para él que tanto se había esmerado en atenderlo. Y vaya si lo encontró. Apenas acercó el metal a su vista, le centelló por el reflejo de un sol ya en la ventana. Y sólo después de ese deslumbre pudo percibirla detenidamente... Entonces tuvo que devolvérsela enseguida. Resueltamente porque le quemaba en la mano. Y como masticando un largo y duro secreto, casi mintiendo le dijo asaí: “- Tomá y guardala bién...No la usés porque está estropeada... Fijáte acá, en el borde tiene un aujerito. Con esto sirve para vos nomás, de recuerdo, porque mirá, en esta cara tiene grabado el mismo nombre de tu mamá, clarito dice “ROSITA””. El chico corrió a la ventana, y él lo siguió. Los dos miraron a lo lejos... Recién había amanecido, el sol se escurría lentamente, brillando por el borde inicial del día... Un jinete cambiaba su rumbo, no sube al norte, decididamente vuelve al sur. Un hombre manso por lo inevitable, inclinado y doblegado sobre su monta, soportando con dientes apretados ese lamento del viento eternizado por ahí...
























Texto agregado el 11-06-2020, y leído por 269 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
12-06-2020 Buenas descripciones de este cuento campestre, aunque me quedaron algunas cosas sin cerrar. Clorinda
11-06-2020 Muy bien llevado el cuento. Lo leí con agrado. Van mis 5* yosoyasi
 
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