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Lautaro Gómez Fuentes.
Miró por el espejo retrovisor de su camioneta y vio como su casa se iba haciendo diminuta hasta desaparecer, sería esta la última imagen que conservaría en la memoria de su morada, iniciaba un nuevo viaje, solo que no sabía que sería el último.
Los parientes esperaban ansiosos su llegada, hacía muchos años que no lo abrazaban, irremediablemente esta necesidad estaba próxima a ser satisfecha, lo sabían todos menos él. Pronto sabría que la fuerza del amor y los lazos familiares perduran por siempre aunque no tengamos conciencia de ello.

Lautaro Gómez Fuentes dedicó toda su vida laboral a ser viajante representando a dos empresas de la capital, un laboratorio de productos de perfumería y una fábrica de hilados. Cubría el centro y noroeste del país dedicando alrededor de veinte días del mes a visitar su amplia cartera de clientes con los que en muchos casos había trabado amistad, a su regreso preparaba las respectivas encomiendas y las despachaba a los diversos destinos reservándose para su descanso los días restantes. La vida del viajante es apasionante pero trae aparejado el distanciamiento con el seno familiar, los vínculos se dañan y se hace difícil poder recuperar la armonía, era habitual que su esposa lo esperara con una enorme lista escrita con tinta roja detallando día, hora y breve reseña de las desobediencias en que habían incurrido sus hijos, … “ya vas a ver cuando llegue tu padre” era la amenaza preferida de su mujer, era lo único que funcionaba con estos demonios, y cuando llegaba Lautaro era usual que les impartiera un castigo ejemplificador, les enumeraba cada falta y cada una recibiría su correspondiente penitencia, lo que hacía que sus hijos vieran en su padre a un monstruo al que no sabían si quererlo o temerle, para un niño es difícil determinar con claridad la línea que separa ambos sentimientos. En la misma lista pero con tinta azul estaban detalladas una a una las cosas que habían dejado de funcionar o que se habían roto en la casa y en que circunstancias, y que obviamente debería solucionar antes de partir nuevamente de viaje. Volver al hogar era agradable, disfrutaba el viajes de regreso, necesitaba descansar y ver a la familia, pero a medida que se acercaba al destino lo empezaba a invadir el tormento de la nueva lista de problemas que lo esperaban para ser resueltos. La pobre Carmen no hacía mas que fregar y lidiar con sus tres hijos varones, su vida se había circunscripto a lo que sucediera puertas adentro, el afuera quedaba en manos de él, Lautaro comprendía su frustración, los planes eran otros, pero los hijos apuraron su llegada y Carmen decidió abandonar sus estudios y dedicarle tiempo completo a la crianza de los pequeños y a la casa, al menos por unos años, lo que ninguno de los dos previó era que a causa del encierro y postergación de sus expectativas ella modificaría su carácter, solía ser una mujer dulce, compañera pero se había transformado en una señora frustrada y contrariada, una parte de ella había dejado de ser feliz. Lautaro intentaría de todas las formas posibles revertir y aliviar ese pesar, en sus días de descanso tomaba el mando en la crianza de los pequeños, los ayudaba a hacer la tarea escolar, jugaba con ellos al futbol en el terrenito del fondo de la casa, fabricaban juegos con cualquier cosa que encontraran a mano, el preferido de los niños era el bowling hecho con botellas plásticas rellenas con agua coloreada, celestes, verdes, rojas, violetas y amarillas y las numeraban del uno al diez con una fibra de tinta indeleble para que no se borren con los golpes de la pelota de goma rayada Pulpo número dos, pasaban tardes completas jugando hasta que el sol decía basta por hoy con su crepuscular puesta. Mientras Carmen cebaba participaba alternando entre mates y pelota, mates y pelota, sorteo mediante formaban dos equipos de dobles y el que quedaba fuera levantaba las botellas y devolvía la pelota , del equipo perdedor quedaría en el juego un participante que era elegido por el que había quedado afuera y formaban nueva pareja, y así pasaban las horas de pura armonía familiar construyendo buenos recuerdos.
Hacía tiempo que Lautaro venía tejiendo la idea de hacer cambios radicales respecto de su trabajo, amaba a Carmen y sabía que debía modificar el rumbo de las cosas si en verdad pretendía rescatarla de la debacle en la que se encontraba. Necesitaba estar mas tiempo en su hogar, dormir junto a ella todas las noches de cada mes, compartir la crianza y la toma de decisiones, jugar más, reír más; o lo hacía o la perdía, en unos años mas su Carmen no sería la misma persona de la que se enamoró.
Una mañana mientras los chicos estaban en la escuela la sentó a la mesa de la cocina y la puso al corriente de su plan, si ella estuviera de acuerdo dejaría de viajar e instalarían una perfumería en el barrio sobre la avenida, tenía buenos contactos con algunas fábricas y distribuidores lo que le permitiría competir con buenos precios, estaba seguro que en poco tiempo podría igualar o incluso mejorar sus ingresos, incluso podían repartirse el tiempo de atención y compartir el cuidado de los niños y de la casa. Solo que habría una transición antes de poder llevar a cabo el proyecto, necesitaba hacer quizá dos o tres viajes mas hasta acomodar las cosas con los clientes y las fábricas, incluso tenía hablado a un reemplazo, Alberto, que estaba esperando ansioso tomar su lugar. De mas está decir que Carmen lloró de alegría y de angustia contenida transformada en cascadas de lágrimas, este cambio le permitiría recuperar parte de su tiempo y dedicarse un poco mas a ella, pero por sobre todas las cosas estaba feliz de tenerlo por fin cerca suyo, de compartir, de disfrutar de lo cotidiano como lo soñaron alguna vez, aún sabiendo desde el primer momento de que iba el trabajo de Lautaro, solo que no había dimensionado la soledad que éste le impondría.
-Pues ¿decisión tomada? pregunto Lautaro
- Siii, decisión tomada, te amo tanto…
. ¿Le contamos a las chicos?
El primero de los últimos dos viajes lo hizo en compañía de su reemplazante, le había vendido la cartera de clientes y debía enseñarle el itinerario, presentarle a los compradores, además de poner a estos en conocimiento de su determinación. Preso del nivel de excelencia que había logrado en todos estos años de trabajo es que colmó a Alberto de indicaciones que redundarían en beneficio de todos, esperaba de él fundamentalmente que se manejase con responsabilidad en honor al legado que le estaba entregando. No temía por su futuro, estaba seguro que hacía lo correcto, pero sabía que la nostalgia se apoderaría de él en el cuando hiciera su último viaje de vuelta, el último regreso, dejaba muchos amigos en el camino, mucha gente buena, es duro pensar que estaban destinados a formar parte de su pasado. Pero su presente lo estaba esperando, Carmen y los niños eran su norte.
Llegó a su casa y para su sorpresa esta vez no hubo listas escritas con tinta roja ni azul, solo alegría y entusiasmo, estaba tan próxima a llegar la nueva vida que nadie se atrevería a opacar el momento, cenaron todos juntos, hablaron, rieron, hasta hubo buen clima para una larga sobremesa matizada por algunas anécdotas del viaje. También les contó que los hermanos Arriaga y otros clientes amigos de Alta Gracia le prepararían una despedida, y que habían hecho extensiva la invitación para toda la familia, pero Carmen no estuvo de acuerdo, no quería interferir, ese era su lugar, no el de ella, algo le decía que no tenían que ir, dijo que ya vendrían los tiempos de disfrutar todos juntos.
Una vez que llevó los niños a la escuela Carmen compró unas facturas, preparó el mate y despertó a Lautaro para desayunar juntos. Tenían visto desde el mes anterior dos locales donde poder instalar la perfumería y deberían decidirse por uno y así dejar una seña, si todo salía bien firmarían contrato antes de partir por última vez con la idea de que Carmen pudiera ir acondicionándolo y que a su llegada Lautaro lo llenara de mercadería y poder así levantar por primera vez juntos la persiana, acción que simbolizaba una ventana a una nueva etapa de la vida para ambos.
Y llegó el gran momento, esta vez viajó sin intenciones de vender nada, quería hacer el viaje en soledad y tomarse el tiempo para despedirse de todos y cada uno de los clientes, en especial con los que había trabado firme amistad y agradecer, por sobre todas las cosas agradecer. Se dejaría Alta Gracia para el final como corolario de su carrera de viajante, sería la frutilla del postre.
Hizo su primera parada en la ciudad de Rosario, le llevó el día completo visitar a la clientela, decidió hacer noche allí y continuar viaje por la ruta 9 apenas clareara el día, una vez entrado a la provincia de Córdoba lo esperaba una enorme lista de localidades por visitar, Venado Tuerto, Laboulaye, Bell Ville, Río Cuarto, Villa General Belgrano, Villa Giardino, Capilla del Monte, en fin, la lista continúa, pero el destino final era Alta Gracia.
Al tercer día de su travesía montó a su pick-up, puso el motor en marcha y arrancó, miró por el espejo retrovisor de su camioneta y vio como su casa se iba haciendo diminuta hasta desaparecer, no lo entendió, pensó…debo estar muy cansado mientras entraba a la ruta, eligió ir desde La Falda a Carlos Paz por el Camino de las Cien Curvas, la majestuosidad del paisaje serrano, los valles, la pradera, el sol…, debía despedirse de un pedazo de vida, empezó a añorarla sin haberla dejado aún, se le llenaron los ojos de lágrimas y se le hizo un nudo en la garganta que lo obligaba a respirar con dificultad, bajó la vista en un busca de un pañuelo de papel que llevaba en la guantera para enjugarse los ojos, levantó la vista y ahí estaban sus padres abriendo los brazos en señal de bienvenida, fue en dirección a ellos mientras iban llegando todos, no faltaba nadie, su hermanito, los tíos y los primos, por detrás de ellos el abuelo Juan y la nona que ya no usaba el bastón; que felicidad, que enorme felicidad volver a verlos,
-¡mamá! , que linda estás mamá, ¡hola viejo!, te extrañaba tanto, abrácenme fuerte por favor, pero ¿ustedes también estaban invitados a la de los Arriaga?, pero que sorpresa, …y vinieron todos, es increíble, lo único que lamento es que Carmen no haya querido venir, me hubiera gustado que conozcan a los chicos, que lástima Dios, que lástima, pero cuenten, ¿cómo están ustedes?
Su madre amorosamente como solo una madre puede hacerlo lo rodeo en un abrazo eterno, luego lo tomó de la mano y señaló con su dedo índice para que Lautaro dirigiera la vista al lugar del accidente, la camioneta ardía en el fondo del precipicio, seguía sin entender
-¿qué pasa mamá?,
-tranquilo mi amor, ya vas a ir entendiendo, vamos con tu papá y hablamos en el camino.
-mamá, adónde vamos?
-vení, vamos con papi, dame la mano.
-¿y Carmen? ¿y los chicos?
-ya van a venir, tené paciencia.
-que hermoso día mamá, que lindo tenerlos conmigo otra vez.
Ricardo Cohen 6/2020



Texto agregado el 10-06-2020, y leído por 47 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
10-06-2020 Un relato con una historia incluída. Lograste conmoverme. Con todo placer otorgo los merecidos: ¡¡DOUZE POINTS!! Un abrazón colega de la pluma Shalom Abunayelma
 
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