Manuel.
Maldito domingo, se miró al espejo y no se reconoció, se vio abatido, de hecho lo estaba, minutos atrás había mantenido una conversación telefónica en malos términos con su hijo. Se enjuagó la cara para despejarse y se sentó a desayunar, encendió el televisor para escuchar el noticiero y la notebook para revisar correos. Estaba cansado de trabajar, del mal genio de sus jefes, de la soledad del departamento, de los compañeros del club con su problemática banal, de los berrinches de su hijo, de las cuentas que no dejaban de llegar, de sus dos amigos de toda la vida pero que invariablemente él debía ocuparse de llamarlos si quería mantener viva la relación.
Tina, su ex mujer con la que llevaba ya casi diez años divorciado lo seguía torturando con reclamos de toda índole, lo único que los mantenía atados era el muchacho, fuera de él ya no quedaba nada que los uniera, a pesar de ello Tina tenía la habilidad de mantenerle encendida la culpa y sacar provecho de ello, y aún haciendo un esfuerzo por evitarlo Manuel caería una y otra vez envuelto en sus redes, nunca supo decir no.
Sabía que lo superaba intelectualmente, jamás le ganaría una discusión doméstica, no había nacido para pelear pero seguía atrapado en ese círculo vicioso, A estas alturas se preguntaba quién de los dos de manera enferma estaba mas interesado en mantener ese statu quo, si era ella con su habilidad para perpetuarse en su cabeza como ganadora y seguir sacando provecho económico o si el trastornado era él con esa necesidad oculta de sentirse vapuleado y humillado.
Todavía inmerso en el dolor que le había producido el llamado de su hijo intentó recuperarse pero el trámite le llevó la mañana completa. Fermín había crecido en un ambiente donde vio a su padre trabajar de sol a sol básicamente para sostener el estilo de vida que impuso su madre plagado de caprichos y excentricidades, y en ese ambiente creció y moldeó su psiquis ,imaginó hasta hacérsele carne que lo asistían los mismos derechos que a su madre, Tina lo alentaba a vivir en su mismo mundo y Manuel no podía impedirlo, prácticamente volvía a su casa para la hora de la cena, y mucho tiempo después solo cuando las cosas cambiaron radicalmente tomaría nota de su error, pero sería tarde ya, estaba viviendo con dos excéntricos ávidos de frivolidades y pretensiones satisfechas únicamente a través de su mismísimo esfuerzo. Solo encontraba descanso los domingos y se internaba en su amplio garaje que donde había montado un pequeño taller donde reparaba cualquier tipo de electro doméstico que se hubiera descompuesto en la casa. Cuando encontraba abandonado en la calle algún mueble destartalado pero de buen gusto lo restauraba, aunque generalmente lo terminaba regalando porque su mujer no compartía su gusto, ella había elegido casi en su totalidad el mobiliario de la casa y difícilmente nada del agrado de Manuel encajara, el tenía claro que perdía el tiempo haciendo estas restauraciones, pero era su tiempo y en la medida que mantuviera ocupada su cabeza mientras estaba en su casa le parecía bien. Solo en esos momentos encontraba espacio donde relajarse y dejarse llevar por sus pensamientos, tenía uno recurrente que a fuerza de repetido se le hizo deseo, soñaba despierto con la que sería su última morada, una casa sencilla blanca y sin pretensiones, la imaginó muy cerca de la playa, con ventanas que miraran al mar, se veía caminando en soledad por la arena deshaciendo con los pies desnudos la espuma de sal que el creía le ofrendaban las olas a su paso. No pudo evitar asociar este pensamiento con su experiencia de niño donde jugaba con sus hermanos a hacer lo mismo ante la despreocupada mirada de sus padres, ¡que tiempos aquellos!, no habían preocupaciones ni responsabilidades mas que mantener el orden en su dormitorio y mantenerse aseado, renegaba de ello pero cumplía con su parte, a cambio recibía una generosa recompensa por tan poco esfuerzo, tuvo una infancia feliz, ordenada y sin sobresaltos, algo de lo que infinidad de niños carecían. Esa marca de agua la llevó siempre en su memoria, y se juró hacer pasar una infancia similar a sus propios hijos en caso que llegaran; y llegó, Fermín llegó a su vida y a la de Tina cuando ambos habían alcanzado los treinta y cinco años de edad pero solo como resultado de una fertilización in vitro debido a problemas de infertilidad y luego de pasar por distintos y agotadores tratamientos que no llegaban a buen puerto. Quizá esto haya influido en el terrible apego de Tina para con su niño poniendo en otro plano a Manuel del que en lo afectivo se sentía cada vez mas alejada. Esto no se hablaba pero no pasó inadvertido para él, no tuvo valor para reclamar su lugar y pagó en soledad el descuido, a medida que el niño crecía también lo hacía la distancia entre ellos, el vacío que por momentos le resultaba insoportable lo llevó a tomar decisiones equivocadas, la lujuria desplegó sus largos tentáculos y lo alejó de la costa, su hogar. Ya no pisaba tierra firme, sobrevino el mareo que terminó destruyendo lo que aún quedaba en pie. Alguna que otra infidelidad que llegada a oídos de su ya lejana Tina fueron suficiente, ella daba por finalizado el viaje y se bajaba.
-Cómo se sigue… se preguntaba Manuel al apoyar su cabeza en la almohada cada noche, ¡como se sigue!...
Y se sigue, sin saber como pero se sigue adelante, se abren puertas, ventanas por donde entra el aire renovado, nada nos detiene, solo algunos buenos recuerdos nos hacen aminorar la marcha, que como las viejas fotos nos pasean por momentos felices del pasado pero no nos detienen. Pasan los días, pasan los meses, pasan los años y uno sigue allí aprendiendo de los errores, corrigiendo malos hábitos, creciendo y también envejeciendo, es ley de vida. Supongo que tener plena conciencia de esto ayudará a Manuel a aceptar el destino universal y fatal de la muerte, pero mientras siga vivo elegirá el contenido que le dará a sus días, en esa elección no hay destino, hay solo buenas y malas decisiones, el poeta Horacio decía ya en el siglo VIII antes de Cristo “Carpe diem, quam minimum”: “aprovecha el día, no confíes en el mañana”.
Muchas cosas cambiaron para Manuel, sus días de vida en familia habían terminado y decidió disfrutar de su soltería cumpliendo prácticamente todos y cada uno de sus deseos reprimidos, todos salvo los rayanos a la inmoralidad y a sus bajos instintos, se los guardó en la columna del “debe”, fuera de eso se dedicó en la medida de sus posibilidades a disfrutar de los placeres de la vida mundana. No todo sería lujuria, también disfrutaba de la pesca y los deportes, en especial el futbol al que practicaba dos veces por semana, esto no hubiera sido posible en el encuadre que le había dado a su vida de casado, lo había relegado, eligió trabajar, exigirse y producir ingresos suficientes para mantener el hogar en armonía.
Manuel obtuvo con muy buen promedio su título de Ingeniero en electricidad, recibido en la Universidad Tecnológica Nacional a mediado de los años ochenta, hizo un esfuerzo extra que duró dos años mas para cursar un Master en la Universidad estatal de Oregon, al oeste de los Estados Unidos, allí logró especializarse en “Tendido de redes de alta tensión” y en “Diseño, montaje y mantenimiento de turbinas hidroeléctricas”.
Trabajaba en la comodidad del escritorio en una amplia oficina de una multinacional con sede en catorce países junto a un equipo de colegas y colaboradores, pero en ocasiones debía hacer trabajo de campo y viajar en comisión a centrales hidroeléctricas que invariablemente estarían ubicadas en el interior del país para la puesta a punto de los equipos o para tediosas reparaciones debido a fallas en el sistema de generación de la electricidad. En pocos años logró obtener cierto prestigio en el medio, lo que alimentó su ego y su autoestima sin dejar de mencionar la tan deseada estabilidad económica que tardó en llegar pero llegó, aunque lo único que entraba en su hogar era la estabilidad económica, su ego y su autoestima quedaban en la puerta de su casa, debía entrar despojado de ellos si pretendía terminar el día en armonía, algunas personas terminan aceptando las llamas del infierno, otras como en el caso de Manuel se adaptan para no arder, pero solo en apariencia, ese infierno no lo asará a las brazas como a un cordero, lo hará como lo hace un horno de microondas, cocinándolo desde adentro hasta explotar. En esta historia Tina también fue víctima, a su manera padecía los desajustes de una personalidad atada a caprichos de niña mimada y huidas de la realidad, su compulsión por comprar no lograría jamás un estado de satisfacción permanente, padecía del mundo tal como lo hace un adicto a las substancias e iba por mas en interminable peregrinaje. Manuel generaba los suficientes ingresos para que ella no lograra enfrentarse con los límites, no los había, él no los ponía, consiente o inconsciente del contexto no estaba haciendo otra cosa mas que acercarla al filo del precipicio esperando el contradictorio y fatal desenlace del colapso, era su venganza, la odiaba y a la vez la necesitaba.
Era el atardecer en un día de finales de la primavera a orillas del río Limay , cuando metido hasta la cintura con su traje de neoprene que lo aislaba del agua y lo protegía del frío Manuel lanzaba la línea una y otra vez haciendo los clásicos movimientos del spinning lanzando un señuelo de cierto peso y recogiendo la tanza con la velocidad adecuada para que el señuelo vuelva de regreso girando y simulando ser un pez transformándose en una carnada artificial, algunos señuelos son tan perfectos que logran imitar los movimientos de un pez herido. Utilizaba una caña flexible provista de un reel frontal, con un sedal delgado para lograr lanzamientos mas largos y precisos, su señuelo favorito tenía la forma de un caimán tubular, el caimán es una pieza de plástico o de madera con forma de pez mas pesado que las clásicas cucharitas. Manuel sabía leer el agua, cualidad fundamental para conocer con cierta precisión la ubicación de los refugios de las truchas o su localización según las corrientes, el spinning consiste en recorrer el curso del agua deteniéndose en cada pozón o en cada correntada haciendo dos o tres lances en cada lugar. Habitualmente y siempre que no esté vedada la temporada de pesca se llegaba a orillas del río en compañía de Figueroa, su compañero de trabajo y fiel asistente, el muchacho conocía por su condición de lugareño el río como la palma de su mano, durante años y desde muy pequeño pescaba en el Limay en compañía de su padre, amaba la correntada y el abrumador sonido que producía el agua montándose sobre si misma sumado al estruendo causado por el combate de la corriente furiosa contra las piedras y la frondosa arboleda de pinos y arbustos que crecían casi desde el agua misma, ese rugido sostenido era música nacida de las profundidades de la naturaleza, lo hacía sentir parte de la creación. Manuel entraba en conflicto, no lograba esa misma conexión y sentía una vaga envidia por Figueroa, mientras pescaba especulaba con que su vida estaba tan signada por el vértigo de la gran urbe que el stress lo había forzado a cerrarse para protegerse, y que de alguna manera lo condenaba a transcurrir sus días imposibilitado de semejante entrega, su gusto por la pesca se circunscribía solo a lo deportivo, no terminaba de conectar con el esplendoroso paisaje, cuando trabajaba no podía vincularse con los sentidos.
Embalse Piedra del Águila es es uno de los cinco construidos sobre el río Limay, el mas grande, está ubicado entre las provincias de Río Negro y Neuquén, a mas de doscientos kilómetros al norte de la ciudad de Bariloche. La central hidroeléctrica se ubica al pie de la represa, allí se alojan las máquinas, el área de montaje, la sala de control y las oficinas de la empresa donde Manuel intenta denodadamente desplegar su conocimiento e ingenio para ponerlos al servicio de soluciones ante fallas o modificaciones. La central cuenta con cuatro turbinas Francis, con una potencia instalada de 1400 MW que entregan anualmente 5000 GWh, se trata de la mayor central construida exclusivamente en territorio argentino.
Habitualmente se alojaba en un motel a orillas de la ruta, cuya arquitectura era propia de los moteles al que se accede a la habitación con baño privado desde un pasillo exterior común a todas las habitaciones luego de subir un piso por escalera, tenía la cochera asignada justo frente al dormitorio; en la planta baja del edificio funcionaba la administración, la proveeduría de ramos generales y una cafetería con restaurant donde el pasajero podía almorzar o cenar alguna que otra minuta en caso de no querer hacerlo en el dormitorio, el que disponía de una silla y un pequeña mesa pegada a la ventana con vista a la ruta para alimentarse en soledad y con la mirada puesta en el horizonte. Manuel llegaba cansado de la represa y elegía cenar en la habitación antes de que anochezca, lo hacía mirando por su ventana y no podía dejar de preguntarse cómo la gente podría vivir feliz en un lugar con semejante paisaje, era la desolación total, la estepa dominante donde solo crece la gramínea y algún que otro arbusto que con el tiempo será devorado por las numerosas familias de guanacos imperturbables tan seguros de si mismos en lugar de esplendorosos caballos salvajes, algún que otro temeroso peludo en lugar de cerdos y el astuto y desconfiado zorro en lugar del amigable y fiel perro de los campos de Buenos Aires, era todo tan diferente…
La población tiene alrededor de cuatro mil habitantes y ostenta la particularidad de contar con el mayor porcentajes de varones de todo el país, casi el noventa y ocho por ciento lo son y ante la ausencia de mujeres es que pululan burdeles por doquier donde es usual que la mayoría de los hombres sacien sus apetitos sexuales. Llegaban a estos lugares de citas jóvenes señoritas de todo el país en busca de la tierra prometida con la esperanza de hacer buen dinero para girar a sus familias, invariablemente la única tierra prometida a la que accederían sería al polvo que volaba de las formaciones rocosas de basalto que bordean la localidad a causa de los fuertes vientos desérticos y a la falta de arboledas, todo era estepa. Las falsas promesas con que estas desventuradas mujeres fueron persuadidas para llegarse desde tan lejos hacía que pasado un tiempo el deterioro físico y anímico de las muchachas las transformara en poco rentables, los clientes evitaban ser atendidos por ellas, y llegado el momento en rigor de los hechos se las obligaba a regresar a sus provincias, pero con el común denominador para todas sin excepción de volver aún mas pobres que cuando llegaron a la Patagonia. Lo habitual era que dentro del término del año al año y medio se renovara por completo el plantel de mujeres, mientras llegaban nuevas e ilusionadas jovencitas ávidas de un futuro mejor, así funcionaba el negocio, los parroquianos contentos, los regentes con los bolsillos llenos de dinero y ellas a pura desesperanza y frustración.
Cada vez que volvía de comisión a Buenos Aires tenía sensaciones encontradas, lo satisfacía sentirse rodeado de sus cosas, sus muebles, su almohada, su vajilla, disfrutaba la vista que le regalaba el ventanal de su departamento que daba a esa plaza tan llena de vida, los robles, los tilos, el inocente bullicio de los niños disfrutando del pasto y de los juegos, pero a la vez lo abrumaba el torbellino de automóviles con sus irritantes bocinazos, el pesado andar de los colectivos haciendo chillar sus frenos en cada esquina, los aglomerados de gentes caminando en un sentido y en otro sin mirar a su alrededor como lo hacen las hormigas cuando se preparan para afrontar el invierno, el también era uno de ellos. Pero en definitiva estaba acostumbrado se decía con cierta resignación, por el momento era su lugar en el mundo, además estaba cerca de Fermín, al menos por ahora, pero los años estaban pasando mas rápido de lo que hubiera deseado, su hijo pronto sería independiente y tomaría sus propias decisiones, ya había deslizado su intención de ir a vivir a España a casa de sus tíos por parte de madre cuando terminara la secundaria, lo que ocurriría en pocos meses para estudiar pintura en la Escuela de Artes Plásticas del Museo Nacional del Prado, amaba la obra de Diego Velázquez y quería estar espiritualmente cerca de ella a modo de inspiración. Esa vocación jamás la pudo haber heredado de él, Manuel era decididamente un amante de los números, de la física, en fin, era un hombre de ciencia, pero Fermín evidentemente había desarrollado mucho mas el hemisferio derecho de su cerebro, lo que seguramente inclinó la balanza a favor de su gusto por el arte y de la enorme variedad de herramientas que el mismo ofrece para expresarse. Hubiera deseado que se parezca mas a él que a su madre y que estudiara algo mas afín a lo que él era como profesional con la ambición de encontrar un nuevo idioma en común, pero aceptaba con beneplácito su inclinación, no importaba en que área se desarrollara, lo que mas deseaba era que pudiera realizarse y disfrutar cualquiera sea el camino que elija. Llegado el momento prometió ayudarle en la medida de sus posibilidades, la carrera era costosa, y aunque sus tíos le ofrecían la tranquilidad de solventar la totalidad de los gastos Manuel no veía con buenos ojos el ofrecimiento, sentía una invasión de territorio, lo tomó como una intromisión por parte de sus ex cuñados a sus derechos de padre, él pagaría los estudios, podía aceptar que le brindaran casa y comida, en definitiva eran familia, pero eso sería todo. Padre e hijo ya habían perdido el vínculo que da la cotidianeidad de la convivencia, hacía casi diez años que se había separado de su madre y el lazo era solo sostenido fundamentalmente por el sustento económico y por el amor inmenso que se tenían a pesar de las muchas cosas que ya no compartirían, esa sería siempre la parte mas dolorosa de su separación y era inevitable. Las consecuencias no tardarían en aflorar, la falta de diálogo fluido se traduciría en malos entendidos, en desconfianza y que en muchas ocasiones harían que los espaciados momentos para disfrutar de la compañía mutua terminen en ríspidos desencuentros o en decepciones. Es que los cambios son el resultado de un proceso de crecimiento, la falta de convivencia y de cotidianidad hace que solo se puedan notar los cambios como un hecho consumado pero sin haber tenido acceso al desarrollo del proceso, entonces todo se ve de manera abrupta y termina siendo difícil de entender. Manuel veía con claridad como funcionaba esto y podía procesarlo pero sufría ante la imposibilidad de compartir el día a día, como padre se estaba perdiendo de lo mejor.
Manuel pidió cambiar de habitación, había pulgas en el colchón, según le informó el encargado el pasajero anterior se había alojado junto a su mascota pese a la clara advertencia de la imposibilidad de hacerlo y en absoluto desconocimiento del personal, resultó ser una gata de la que se anoticiaron cuando el hombre bajó por comida y olvidó cerrar la puerta, frente a la oportunidad escapó de la habitación en busca de su dueño quien al verlo se acercó a el subiéndose al mostrador. Alertados de la presencia del polizonte ambos fueron desalojados, pero sin reparar en la posibilidad de que hubiera infectado de pulgas la habitación, era la primera vez que algo así les sucedía y no estaban preparados para la contingencia. Mudado e instalado ya en la habitación contigua golpearon a su puerta, la casa invitaba la cena a modo de disculpas con la condición de que aceptara compartir la mesa con el encargado, cenarían juntos por primera vez en los cuatro años que llevaba como pasajero y hoy sería huésped distinguido, el menú consistía en cordero asado y buen vino. Se dio una ducha caliente, se afeitó y se vistió acorde a la invitación con la mejor ropa que llevaba en la valija. José lo recibió con ademanes de alegría y con una sonrisa de oreja a oreja intentando aflojar tensiones surgidas del mal momento vivido unas horas atrás, finalizada la cena sobrevino una sobremesa donde se contaron anécdotas y algunas confidencias, hablaron entre otras cosas de mujeres y borracheras, del trabajo y de algún que otro mal de amores. Manuel estaba lo suficientemente pasado de copas para que se le aflojara la lengua y describiera algunos detalles de su fallido matrimonio, el encargado se compadeció con su dolorido relato y lo invito para antes de su partida a Buenos Aires a un piringundín llamado La Costilla, un burdel de mediana categoría pero aún así era lo mejorcito de la zona, aceptó la invitación y se despidió diciendo que necesitaba descansar, pidió que lo despierten a las seis y treinta de la mañana, lo esperaba un día arduo, llegó al dormitorio y se desplomó sobre la cama vestido, lo único que llegó a quitarse fueron los zapatos.
Pasada una semana de intensas jornadas de trabajo llegó el sábado, podía dormir hasta que la hora que quisiera, no trabajaba los fines de semana.
Aurelio el encargado y Manuel subieron a la chata, una vieja Chevrolet Silverado con rumbo a La Costilla distante ocho kilómetros del motel. En el trayecto Aurelio le contó que tenía una relación con una de las meretrices, bueno en realidad no era una relación formal se corrigió, solo que él le era fiel y no mantenía relaciones con otras dentro del burdel, en ocasiones y en la intimidad de la habitación solían mantener largas conversaciones y el sexo quedaba relegado en el mejor de los casos para el final del turno, muchas veces pagó doble turno para estirar la charla, era viudo y necesitaba una mujer que lo escuche, lo mime y lo comprenda, Sandra reunía esas condiciones y él se terminó enamorando. Ella era oriunda de Formosa, había sido reclutada con la promesa de trabajar de empleada doméstica en casa de un matrimonio de prósperos comerciantes con dos niños pequeños y con un buen sueldo que le permitiría mandar dinero a su familia sumergida en la pobreza producto de la desocupación estructural que azota a los paisanos de su provincia. El telón del engaño cayó cuando bajó del micro, la estaban esperando, solo que la que la aguardaba no era la nueva patrona sino la regenta del prostíbulo que la llevó a su nueva casa y lugar de trabajo, la informaron de las reglas a las que debía subordinarse y de todas las obligaciones que tendría de ahora en mas para con la empresa, le retuvieron los documentos y no le estaría permitido salir del burdel hasta que cubriera con trabajo los gastos de traslado, la ropa apropiada para atender la clientela y la comida, cosa que nunca sucedería jamás, trabajaría para ellos hasta que ya no les sirviera, volvería con los suyos tan pobre como llegó a La Costilla. Había llegado a Neuquén hacía casi un año, y a pesar de no venir de la prostitución había aprendido a fuerza de sufrir abusos y maltratos a encontrarle el lado flaco al cliente, persuadirlo a que revele sus pesares y seguirle el juego mostrándose compasiva y cariñosa como lo haría una madre, de esta forma logró calmar muchas veces la intimidación física y psicológica a que había sido sometida en sus inicios. Sandra tenía muchos enamorados que creían ser correspondidos, era una manera de tener clientes cautivos y sosegados quedando la mayoría de los parroquianos mas difíciles para las otras chicas, era su manera de soportar y sobrevivir mejor, solo un poco mejor.
Manuel sintió pena, pobre hombre, es este lugar de mierda se dijo, es este pedazo de tierra olvidado por la naturaleza que hace que esta gente sea tan vulnerable, aquí todos se vuelven solitarios, almas en pena.
Se apiadó de Aurelio y le dijo:
–vamos a divertirnos un poco, yo invito los tragos.
-Te voy a presentar una chiquita nueva, la última vez que vine casi le pongo los cuernos a la Sandra.
Y los dos rieron a carcajadas.
Fermín había finalizado su secundaria y estaba ultimando los detalles de su viaje a Madrid, saldría mañana por la tarde. El vuelo haría escala en el aeropuerto Galeao de Río de Janeiro y desde allí vuelo directo al aeropuerto de Barajas donde lo esperarían sus tíos. El pasaje como era de esperar lo había pagado Manuel en su totalidad, además le había preparado un sobre con suficientes euros para sobrevivir los primeros meses, mas adelante le transferiría dinero mensualmente para cubrir sus gastos. Tina se había ocupado de todo lo demás, tenía todo dispuesto, la documentación, las maletas preparadas y regalos para su hermana y su cuñado.
Se encontraron los tres en el aeropuerto de Ezeiza, el encuentro estuvo cargado de sensaciones, la alegría y el entusiasmo comprensible de Fermín, la emoción de Tina y su promesa de que pronto volverían a verse en casa de su hermana. Pero a Manuel solo le sobrevino un vacío en las entrañas y en el alma al comprender que de alguna manera lo estaba perdiendo aún mas , su hijo estaba despegando y levantaría vuelo, había crecido lejos de su compañía y no había nada que hacer, solo verlo partir. Entendía que los hechos eran los hechos y que cada uno debía continuar con su vida, lo alegró que su hijo tuviera la libertad de elegir un camino pero lo sorprendió la facilidad con que podía manejar con naturalidad el desapego hacia sus padres, mientras los suyos estuvieron en vida no se le había pasado por la cabeza semejante displicencia, supuso que para Fermín el fruto de las desavenencias de su matrimonio lo habían inmunizado lo suficiente como para tomar distancia y querer vivir una vida sin ataduras parentales. La idea lo estremeció, Manuel necesitó adormecer sus emociones para mantenerse en pie de cara a la realidad.
Los días del calendario caían precipitados como caen las hojas de un álamo en otoño, pasaban los años y se acercaba su fecha de vencimiento, estaba próximo el momento de jubilarse, debía tomar ciertas decisiones para ordenar el tiempo de descuento, la vida lo habría tratado mejor si se hubiera anticipado a mirar con mas claridad las bifurcaciones del camino antes de apretar el acelerador. Tina no fue su mejor opción, pero pudo haberlo sido si él no hubiera sido tan condescendiente con ella ni cedido tanto espacio, el pecado original de ella fue avasallarlo en pos de su unilateral bienestar, y el suyo la cobardía de no saber enfrentarla y conservar su dignidad, su esencia se desdibujó y ya no supo mantener el equilibrio, lo que fue alejándolo de ella y a ella de él, Tina necesitaba un hombre íntegro e invulnerable, que no se rompa en pedazos a causa de sus ataques de hija única, de niña mimada, y que fuera lo suficientemente intransigente para marcarle los límites y ayudarla a encontrar el camino de la cordura y la sensatez. A pesar de ello pudieron sostenerse juntos por mas de diez años, tiempo suficiente para haber construido una relación recostada en el amor, luego devenida en cariño y finalmente en la nada misma.
Definitivamente ambos tomaron rumbos diferentes, Tina inició una nueva relación con un hombre mayor que satisfizo sus expectativas, estabilidad económica y rigor, y que al día de hoy conserva, en cambio Manuel dejó de buscar todo lo que estuviera asociado a construir un hogar y a sus implicancias, solo encuentros fortuitos sin compromisos afectivos, el fracaso de su matrimonio lo bloqueó emocionalmente, temía enfrentar la posibilidad real de ser él quien no estuviera capacitado para amar y dejarse amar, de alguna manera le sentaba bien responsabilizar a Tina del fracaso, esto le permitía apoyar la cabeza en la almohada y dormir como un inocente.
Su hijo supo mantener la distancia entre ellos, hablaban por teléfono solo cuando Fermín estuviera dispuesto, él manejaba los tiempos y las necesidades, por momentos se mostraba afectuoso con su padre, pero cuando Manuel se sentía cercano en el afecto Fermín cubría de hielo la relación, lo castigaba y lo mantenía a raya. Entendió el juego y aprendió a jugarlo, no esperaría mucho y disfrutaría de las migajas que su hijo le brindaba nacidas desde un recóndito rincón del corazón del que no tenía control y no podía manejar. Ser consciente de esto lo ayudó a vivir, una mente perturbada enfermaría el cuerpo y no lo iba a permitir, asimiló lo bueno de la relación y se protegió de los golpes.
Una vez jubilado vendió su departamento y compró una casita de estilo americano sobre la costa del atlántico en la solitaria localidad de Mar del Sur, provincia de Buenos Aires, donde moraba entre otras gentes una extensa colonia de artista y artesanos. Desde la ventanas del comedor y del dormitorio podía contemplar la majestuosidad del mar, lo tenía al alcance de su mano, menos de cien metros lo separaban de la orilla. Decidió mudarse con la intención de terminar sus días allí haciendo realidad su deseo de juventud, por fin podía decidir libremente su camino, nada ni nadie lo condicionaba, concluyó en que consagraría su tiempo en escribir cuentos, ensayos y quizá hasta se animara a una novela. Tomaría clases de dibujo y pintura con Adriana, una vecina del pueblo, quizá se encontrara con que la veta artística de su hijo nacía de sus propias raíces, raíces que jamás había explorado, o quizá solo sea el interés por entender la vocación de Fermín y poder hablar su mismo idioma, ya se verá; intentaría también develar el placer de la pesca mas allá de lo deportivo, conectarse con la naturaleza como lo hacía Figueroa, ahora era dueño de su tiempo y no había tensiones, quería envejecer y terminar sus días en paz. Manuel caminó en soledad por la arena deshaciendo con los pies desnudos la espuma de sal que el creía le ofrendaban las olas a su paso. Su silueta se perdió en el horizonte, jamás volví a saber de él.
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