Miénteme
y dime que ambas sentimos
los latidos acompasados
aunque en distinto pecho,
que vendrás para descubrir
cómo tus manos encajan
en cada uno de mis vacíos
y dejarán de sonar
en mis entrañas
lo restos de esas versiones
de las mujeres que no fui,
que mis aristas
concuerdan en tus huecos
ajustando nuestras costas
que se unirán como la vieja Pangea
volviendo a lo primario y primigenio...
a lo natural.
Miénteme.
Cuéntame cuánto has pensado
en el momento de abrazarnos
y no soltarnos (ja)más,
que quieres aprender(me)
para quererme bien
y en la medida exacta
que necesite,
que presentaremos a nuestros monstruos
y les llevaremos a pasear de la mano
en la orilla del mar donde vivamos,
que no me encuentras en otras pieles,
que te cansaste de buscar
justo donde no estoy
y el único camino
que quieres recorrer
lo marca el verde de mi mirada,
que donde estés me recuerdas
y te llueve adentro
floreciéndote la risa (y el color)
en una nueva primavera.
Miénteme.
Prohíbe mi olor en tu recuerdo
para soportar la ausencia
de nuestros cuerpos construyendo vida,
acumula todas las ganas y besos
en un cajón de tu pecho
que desborde al tocarlo
y nos inunde todo de fiesta.
Miénteme.
Yo recogeré las migajas
que aún me queden en los bolsillos
para dibujar tu camino de vuelta (a mi)
y te mentiré también
al despedirme
sin contarte que, a donde vayas,
siempre me llevarás contigo.

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