EL SEÑOR ES MI PASTOR.
Mi cuñado al que considero un hermano, se está recuperando de una neumonía bacteriana, en un principio nos temimos lo peor, pues los síntomas eran prácticamente idénticos a los que sufren los pacientes infectados por el COVID-19, pero afortunadamente, después de practicarse los tests, quedó totalmente descartado.
Los tres primeros días hasta que los antibióticos que le prescribieron comenzaron a hacer su efecto, los pasó en estado de letargo con fiebre muy alta, sin apetito y durmiendo las 24 horas.
Yo seguía la evolución del enfermo por teléfono, mi hermana me ponía al día de las mejoras que iba experimentando el paciente.
Estuve un par de días sin noticias y llamé a mi hermana:
-Hola Bea, ¿como está el enfermito?
Respuesta de mi hermana:
El enfermito volvió (los días anteriores me comentaba lastimeramente que él se había ido, que estaba de cuerpo presente pero….sin más).
Y prosiguió:
- Me está volviendo loca, ¡¡no para!!, ahora está en la cocina preparando una pata de cordero-
Colgué el teléfono y le puse un Wasap al “enfermito”.
-Querido hermano, ya me he enterado que estás mucho mejor... la pata de cordero que preparas es testigo, de la que, ¡¡por cierto!!, no has enviado ni una foto (es una práctica muy extendida en nuestro grupo familiar, solemos enviarnos fotos de los “experimentos” culinarios, que perpetramos).
A los pocos minutos me responde:
-El señor es mi pastor nada me falta-.
Y yo le replico:
- Que a ti no te falte nada me congratula enormemente, pero en lo tocante al pastor...muy bueno no sería, cuando al pobre corderito se le "extravió" una pata.
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